Toma, para tu canción del verano. Siempre y cuando lo consideres posibilista

. Que luego dices que me enfado contigo y sí, me cabreas. Deja las entelequias a los jóvenes sin rastro de azufre en sus manos

. Tú ya no tienes edad ni pelo

para hacer el Peter Pan. Por muy joven y bien que te haga sentir ir a la contra…. De ningún modo garantiza nada. Además, si luego eres un blando.


Hay quien vota a Rufián y a Cañamero, hay quien vota a los que saquearon Cataluña envueltos en la señera, hay quien vota al partido del chófer, la cocaína y las p*tas, o al de ese don Tancredo que decía sé fuerte, Luis al sinvergüenza de su amigo Bárcenas. Y hay quien no vota a nadie; pero no por resultado de un proceso intelectual que lo lleve al escepticismo, sino por apatía, desidia, indiferencia. Porque prefiere quedarse en casa viendo el fútbol.
No es verdad que no nos representen. Nos representan todos ellos, los unos y los otros. Los decentes, y también los corruptos y los guarros de ambos sexos. Da igual que digan
usted y su
señoría o que eructen su zafiedad y baja estofa: todos representan a la España que los ha votado. Aunque esa España sea un lugar grotesco y a ratos bajuno, es una democracia. De poco aprovechan las urnas si quien vota es un analfabeto sin criterio, presa fácil de populistas y sinvergüenzas. Pero también es cierto que a ese analfabeto llevamos varias generaciones fabricándolo con sumo esmero y entusiasmo suicida. Somos lo que nosotros mismos hemos hecho de nosotros. La marca España.
Por eso no conviene olvidar que a esos parlamentarios y políticos los hemos llevado hasta allí ustedes y yo. Entre los españoles hay ciudadanos dignos y honorables, pero también gentuza. Y la gentuza tiene, naturalmente, derecho a votar a los suyos. Eso prueba que somos una democracia representativa, porque
es imposible representarnos mejor. Nuestros diputados son el trasunto de millones de ciudadanos que los eligieron. Podemos protestar al verlos manifestar nuestras más turbias esencias, podemos asistir boquiabiertos al repugnante espectáculo que dan,
podemos 
, incluso, ciscarnos en sus muertos más frescos. Pero no debemos mostrarnos sorprendidos. Esto es España, vivero secular de pícaros y criminales, donde ser lúcido, valiente u honrado aparejó siempre mucha desgracia y gran desesperanza. Un Parlamento sin gentuza, lleve corbata o lleve chanclas para rascarse a gusto las pelotillas de los pies, no sería representativo de lo que también somos. Revertin dixsi