La puñetera realidad es que afrontar una situación como esta (la pandemia) en el siglo 21, con los dirigentes que tenemos, y el estado de lo políticamente correcto dentro de una sociedad "conectada", aunque dudosamente informada y claramente poco formada, ... En el fondo no deja de ser como ya ha pasado en otras épocas, puesto que esto escapa al poder de los estados (el control de la epidemia), es como si no estuviesen. Ponen normas ridículas y contradictorias que pocos o nadie cumplen. Los individuos sin sesera se exponen y son los que antes caen, junto a los más débiles (selección natural). Al final, se sobrevive como siempre, no haciendo caso a las directrices marcadas que son arbitrarias (lo de juntarse sólo 6 o 10 es una auténtica gilipollez), sino usando el sentido común individual y echando mano de una buena dosis de suerte.
El principal problema son las normas contradictorias redactadas en dos párrafos consecutivos. La gente ve que eso no tiene sentido y amparándose en eso acaban haciendo lo que egoístamente más les apetece.
Un ejemplo, en el País Vasco desde marzo apenas ha habido dos semanas de deporte escolar, y desde noviembre los infantiles y menores (2007 y más pequeños) ni tan siquiera pueden entrenar con sus equipos, los de 2006 y mayores sí.
Pero luego resulta que 4 niños de 2009 pueden ir a patinar sobre hielo, con aforo reducido a... 250 personas.
Es decir los infantiles del equipo de hockey hielo no pueden entrenar 10,12 o los que sean en el equipo pero pueden patinar 250 como actividad de ocio.
Y mientras no pueden entrenar son los propios ayuntamientos, muchos del mismo PNV que prohíbe el deporte escolar, los que en navidades organizan campus deportivos para niños desde 4 ó 6 años.
Te cierran las sociedades gastronómicas, con socios conocidos y localizables mientras abren bares y restaurantes.
Te dicen de evitar aglomeraciones mientras reducen la frecuencia de transporte público.
Te obligan a ir con mascarilla por la calle, a no ser que vayas fumando.
Y así con todo.