Durante una temporada, estuve siguiendo bastante a García-Trevijano y estaba muy de acuerdo con sus argumentos. Lo único en lo que disentía es en la ausencia absoluta de participación. Si no participas, es imposible cambiar absolutamente nada, salvo retratar el sistema, pero poco más. Sin acción no hay nada. El mismo García-Trevijano anduvo en su día metido en un contubernio en los 90 para derrocar a González, al que parecía que no podrían sacar de aquí ni con agua caliente. Allí estuvieron también metidos Losantos, Campmany, Anson y demás tropa.
La dictadura de partidos con su disciplina ridícula, la canallada de las listas cerradas y demás historias, completamente de acuerdo. Lo que llamamos democracia, no lo es tal. Sin entrar mucho en detalles y por resumirlo de una manera sencilla, lo que aquí nos han vendido como la Transición no ha sido más que el reparto del país entre cuatro amigotes que un día, hace cincuenta años, eran franquistas y se cambiaron de camisa. Entre ellos, la casa de Borbón y los mismos nacionalistas.
El resultado se ve claramente. En cuanto han aparecido nuevos partidos que podían ensombrecer a los clásicos, les han dado por todas partes. Es el reparto del país. Y al frente pues una monarquía absolutamente inservible salvo para legitimar este atropello y dar una falsa sensación de seguridad y de barrera en última instancia. La Monarquía parlamentaria lo único que va a hacer es legitimar y refrendar cualquier disparate que pueda cometer un gobierno, sin más. Fedatario real. Y precisamente con ese refrendo, vienen a legitimar cualquier atropello. En otras palabras, la cuadratura del círculo. Luego nos venden con que es más barata que una República, pero cuando el único argumento que tienes para justificar una monarquía parlamentaria es el económico, mal vamos.
