El 11 de noviembre de 2025, el Sol protagonizó un fenómeno impresionante: una llamarada solar de clase X5.1, la más potente registrada en lo que va del año. Las llamaradas de tipo “X” son las más energéticas dentro de la escala utilizada por los astrónomos, y esta en particular liberó una enorme cantidad de radiación que afectó las comunicaciones de radio en África y Europa. Este tipo de eventos nos recuerda que, aunque el Sol nos da vida, también puede influir de forma directa en la tecnología y en la atmósfera terrestre.
Pero las llamaradas no viajan solas. A menudo vienen acompañadas de eyecciones de masa coronal (CME): nubes de plasma solar cargadas de partículas que viajan a millones de kilómetros por hora. Cuando estas partículas chocan con el campo magnético de la Tierra, pueden producir tormentas geomagnéticas, como la severa tormenta G4 que se registró el mismo día. Estas tormentas pueden alterar satélites, redes eléctricas y, al mismo tiempo, generar uno de los espectáculos naturales más bellos: las auroras. En esta ocasión, se vieron auroras boreales y australes en lugares insólitos, incluso tan al sur como Texas y la Patagonia.
Además, esta erupción fue tan intensa que provocó un fenómeno poco común llamado Evento a Nivel del Suelo (GLE). Significa que los protones solares fueron tan energéticos que atravesaron la atmósfera hasta alcanzar detectores en la superficie terrestre. Este tipo de eventos ocurren solo una o dos veces por ciclo solar y ayudan a los científicos a comprender mejor cómo la radiación solar interactúa con la Tierra y el espacio cercano. Cada llamarada extrema como esta es una oportunidad para estudiar nuestro Sol y mejorar las medidas de protección frente al llamado “clima espacial”