Imagina un motor donde dos pistones se enfrentan dentro del mismo cilindro,
sin culata, sin válvulas… y aun así logra una eficiencia que muchos motores modernos envidiarían.
Así nacieron los motores de pistones opuestos, una idea tan brillante como extraña.
Uno de los más famosos fue el Junkers Jumo 205, usado en aviones alemanes en los años 30.
Un motor diésel de seis cilindros y doce pistones,
donde cada par trabajaba en direcciones opuestas, comprimiendo el aire en el centro hasta el punto de ignición.
El resultado:
un motor compacto,
con menos pérdidas térmicas,
sin necesidad de una culata pesada ni válvulas complejas.
Su sonido era diferente, su comportamiento también.
Y aunque parecía una rareza, el concepto era pura eficiencia.
Décadas más tarde, la idea regresó con fuerza:
empresas como Achates Power y OPRA Turbines han resucitado este principio,
buscando motores diésel de bajas emisiones y alto rendimiento para el siglo XXI.