A finales del siglo XIX, el mundo estaba fascinado por las nuevas formas de moverse. En Francia se otorgó la primera patente para un vehículo de dos ruedas, pero sería en Gran Bretaña donde este invento cobraría vida propia, con modelos tan icónicos como el penny-farthing, bautizado en honor a dos monedas de distinto tamaño: una grande y una pequeña, tal como sus inconfundibles ruedas.
El biciclo, con su gran rueda delantera y su pequeña rueda trasera, dominó las calles entre 1870 y 1880. Pero su popularidad también trajo consigo un problema evidente: la falta de estabilidad. Montar uno requería destreza y valor, pues una caída desde semejante altura podía ser peligrosa.
Fue en ese contexto que, entre 1880 y 1883, emergió un invento tan innovador como peculiar: el Otto Diciclo, creado por Edward Otto.
El Otto Diciclo fue ideado para resolver los problemas de equilibrio del biciclo tradicional. Su diseño era ingenioso: dos ruedas idénticas de 142 centímetros, unidas por un eje central, con el ciclista sentado justo en el medio. Desde allí, pedaleaba gracias a un sistema de largas varillas que conectaban los pedales a poleas ubicadas en cada extremo, las cuales, a su vez, impulsaban las ruedas mediante correas de goma.
La dirección no se lograba girando el manillar como en una bicicleta moderna, sino controlando de forma independiente la tracción de cada rueda mediante dos palancas. Además, para evitar volcar hacia atrás —un riesgo siempre presente— el Otto contaba con una pequeña muleta equipada con una rueda de goma que servía de apoyo extra.
Durante su breve periodo de gloria, la Birmingham Small Arms Company (BSA) produjo cerca de 953 Otto diciclos, apostando por este curioso vehículo como la evolución lógica entre el arriesgado biciclo y las futuras bicicletas modernas.
Aunque el Otto Diciclo no logró imponerse en el mercado a largo plazo, su paso por la historia dejó una lección brillante: en cada etapa de la innovación, incluso los inventos más extraños son puentes necesarios hacia lo que vendrá.
Hoy, contemplarlo es recordar que el progreso es un viaje lleno de ideas audaces, giros inesperados y ruedas —grandes y pequeñas— que impulsan al mundo hacia adelante.