¿Cambio climático? Frío, frío…
16/11/2017 in
Publicado en Expansión
La madre de todas las falacias del ecologismo actual, y de lejos la más peligrosa, es el llamado cambio climático, probablemente la mayor patraña político-ideológica de todos los tiempos o, si prefieren, “el peor escándalo científico de la historia”, en palabras del Dr. Kiminori Itoh, experto en Meteorología Medioambiental de la Universidad de Yokohama.
Las premisas pseudocientíficas de la ideología del cambio climático son cuatro:
- el planeta está en máximos históricos de temperatura
- la temperatura está exclusivamente determinada por el CO2 producido por la actividad humana
- las consecuencias del aumento de temperatura serán catastróficas
- y existe un amplio “consenso” científico al respecto.
Las cuatro son falsas.
En el último millón de años de historia climática del planeta Tierra se han alternado glaciaciones y períodos interglaciares con temperaturas mucho más cálidas (como en el que ahora, afortunadamente, nos encontramos). Desde la última glaciación (hace unos 12.000 años) la Tierra ha estado tan templada como ahora durante un período de quizá 4.000 años, incluyendo el máximo del Holoceno (en tiempos del Antiguo Egipto), y más recientemente, el Período Caliente Medieval (del s. X a finales del s. XIV). Durante el s. XX las temperaturas aumentaron hasta 1940, disminuyeron desde 1940 hasta 1975 (por aquel entonces el incipiente alarmismo ecologista asustaba con la llegada de una nueva Edad de Hielo causada, cómo no …por la actividad humana), volvieron a aumentar desde 1975 hasta 1998 y no han variado de forma significativa desde entonces (la llamada “pausa” del calentamiento). Los datos por satélite muestran un calentamiento total en la baja troposfera de 0,4°C (desde 1979, un año frío) y un ligero enfriamiento en la estratosfera. Primera pregunta: si el clima ha estado variando constantemente desde el albor de los tiempos, ¿cómo va a ser la industrialización la responsable de las variaciones climáticas? Si desde hace millones de años y hasta mediados del s. XX el clima cambiaba por causas naturales, ¿cómo puede ser que ahora cambie, mágicamente, por la actividad humana?
El CO2 o dióxido de carbono, escandalosamente estigmatizado por la propaganda ecologista como “contaminante”, es uno de los pilares básicos de la vida en el planeta, alimento por antonomasia de los árboles, de las plantas y de los cereales con los que nos alimentamos (de hecho, gracias al aumento del CO2 la Tierra es significativamente más verde, como confirman los satélites de la NASA). El CO2 supone sólo el 0,04% de la atmósfera, del que a su vez sólo un 3% procede de la actividad humana (o sea, 1 molécula de cada 85.000). Cada vez que respiramos, de forma natural e inocua, expulsamos CO2 con una concentración 100 veces superior a la que hay hoy en día en la atmósfera, luego para los ecologistas los seres humanos somos contaminantes por el mero hecho de respirar. Su efecto invernadero es escaso; de hecho, el gas de efecto invernadero más importante (jamás citado como tal por la propaganda ecologista por ser difícil de demonizar) es el inofensivo vapor de agua, con una concentración 50 veces superior al CO2. Para más inri, los datos paleo-climatológicos indican que, históricamente, el CO2 ha aumentado unos 800 años después del aumento de temperaturas, lo que significaría, en caso de que la correlación implicara causalidad, que es el aumento de temperatura el causante del aumento de CO2, y no al revés. Por lo tanto, pretender que el CO2 de origen humano es el principal factor explicativo de la variación de temperaturas niega la evidencia científica sobre el CO2 y omite interesadamente factores mucho más importantes y correlacionados como la actividad solar (fuente de calor de la galaxia), las oscilaciones oceánicas o las nubes. Por todo ello, dicha teoría “ni siquiera es científica”, afirma el físico y veterano de 35 años en la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense Alan Carlin, autor de Environmentalism Gone Mad. En realidad, como aclara el Dr. Tennekes, ex Director de Investigación del Real Instituto Meteorológico de Holanda, “sólo comprendemos el 10% de las causas las variaciones climáticas”, un sistema complejo, no lineal y caótico.
Sin el miedo creado por una amenaza apocalíptica, que no es más que una amenaza de muerte, resultaría impensable que la población aceptara los tres resultados de las políticas anti-cambio climático, de las que nunca se habla: un aumento del poder del político, un sustancial empobrecimiento y una significativa pérdida de libertad. Las consecuencias supuestamente catastróficas del calentamiento no son más que elucubraciones fantasiosas sin valor científico alguno que desafían, de nuevo, los datos y la lógica. Sabiendo que cada año el frío mata 17 veces más personas que el calor (The Lancet, 2015) y que la biodiversidad es obviamente mucho más rica en los climas más templados, ¿por qué habríamos de temer un ligero, paulatino y natural aumento de temperaturas en este pico milenario de ciclo interglaciar? Últimamente, el catastrofismo ecologista se ha sacado otro conejo de la chistera. Recuerden que inicialmente la consigna hablaba de “calentamiento global”, y que luego mutó a “cambio climático”, mucho más vago y más amplio (llueva o no llueva, haga calor o frío siempre es culpa del hombre). Hoy la consigna es el supuesto aumento de los fenómenos meteorológicos extremos (huracanes, inundaciones, sequías, etc…). Esto es tan falso que incluso el sesgado y políticamente controlado Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) se ha visto obligado a reconocer que “no existe ninguna tendencia al alza significativa en la frecuencia de ciclones tropicales a nivel global (…), ni hay suficiente evidencia sobre el aumento de sequías desde mitad del s. XX, ni tampoco sobre la magnitud o la frecuencia de inundaciones a nivel global” (IPCC Assessment Report 5). Ello no obstante, la propaganda ecologista aprovecha la extensa cobertura mediática de la que siempre gozan los fenómenos extremos (aunque sean tan cíclicos como El Niño o los huracanes) para continuar ligándolos al cambio climático.
¿Y qué decir del consenso? Nunca existió tal cosa, sino una campaña de intimidación inaudita para silenciar a los miles de científicos escandalizados ante el secuestro de la ciencia perpetrado por el ecologismo y el poder político. Déjenme que les ponga un ejemplo. En el 2014 el meteorólogo sueco Profesor Bengtsson había aceptado formar parte de una fundación británica escéptica ante la teoría del calentamiento global de origen humano. Tuvo que dimitir, como explicó por escrito, porque había sido sometido “a una presión tan enorme, tan virtualmente insoportable para mí, que si continúa seré incapaz de llevar a cabo mi trabajo e incluso comenzaré a preocuparme por mi salud y mi seguridad física”. Este fue el vergonzoso bullying realizado a un científico de 79 años de edad. A pesar de ello, la evidencia empírica se está abriendo paso frente a la opresión política y sólo en los últimos dos años han salido a la luz más de 1.000 estudios en publicaciones científicas defendiendo que las variaciones del clima son fundamentalmente naturales y no fruto de la actividad humana, como opina el Premio Nobel de Física Robert Laughlin (“por favor mantengan la calma, no tenemos poder para controlar el clima, cuya variación es una cuestión de tiempo geológico que la Tierra hace de forma rutinaria sin pedir permiso a nadie ni dar explicaciones”) y su colega (también Premio Nobel) Ivar Giaever (“soy un escéptico; el calentamiento global se ha convertido en una nueva religión”).
Richard Lindzen, eminente físico atmosférico autor de varios libros y profesor durante 20 años en el prestigioso M.I.T, es rotundo: “el calentamiento global trata de política y de poder más que de ciencia”. En efecto, la verdadera amenaza no es ningún cataclismo futuro, sino una peligrosa ideología totalitaria que, embozada tras sus supersticiones pseudocientíficas, ya está adoctrinando a los niños con los libros escolares y a los adultos con el constante martilleo de la propaganda mediática. No se dejen embaucar.
http://www.fpcs.es/2017/11/16/cambio-climatico-frio-frio/
Menudo batiburrillo

. No nos creemos los registros actuales pero acudimos a la paleoclimatologia que si que está en tela de juicio:
"....Un error detectado en las estimaciones de temperaturas oceánicas pasadas podría significar que el período actual de cambio climático, no tiene parangón en los últimos 100 millones de años.
De acuerdo con la metodología ampliamente utilizada por la comunidad científica, la temperatura de las profundidades oceánicas hace 100 millones de años era alrededor de 15 grados más alta que las lecturas actuales. Sin embargo, este enfoque ahora está siendo cuestionado: las temperaturas oceánicas pueden de hecho haberse mantenido relativamente estables durante este período, lo que plantea serias preocupaciones sobre los niveles actuales de cambio climático.
Estas son las conclusiones de un estudio realizado por un equipo de investigadores franceses del
Centro Nacional Francés de Investigación Científica (CNRS), la Universidad de la Sorbona y la Universidad de Estrasburgo, e investigadores suizos del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Lausana (EPFL) y la Universidad de Lausanne. El estudio acaba de ser publicado en Nature Communications.
"Si tenemos razón, nuestro estudio desafía décadas de investigación paleoclimática", dice
Anders Meibom, director del Laboratorio de Geoquímica Biológica de la EPFL y profesor de la Universidad de Lausana...."
Post #214 en la página anterior de este hilo.
Otra mentira es que exista la premisa de "
la temperatura está exclusivamente determinada por el CO2 producido por la actividad humana"
Otra mentira, que no se sigue utilizando el término calentamiento global (pero seguiremos erre que erre), sólo tenéis que poner en guguel "calentamiento global", seguro que no sale nada. Mira la última de hoy de El Espectador:
No hubo pausa en calentamiento global de 1998 a 2012
Europa Press
Expertos de la Universidad de Alaska Fairbanks (UAF) y colegas en China han presentado en Nature Climate Change el primer conjunto de datos de temperaturas superficiales de todo el mundo.
La falta de datos sobre la temperatura del Ártico, y no la naturaleza,
generaron la aparente desaceleración del calentamiento global desde 1998 hasta 2012.
Expertos de la Universidad de Alaska Fairbanks (UAF) y colegas en China han presentado en Nature Climate Change el primer conjunto de datos de temperaturas superficiales de todo el mundo que mejora significativamente la representación del Ártico durante el "hiato del calentamiento global".
El científico atmosférico Xiangdong Zhang, del Centro Internacional de Investigación del Ártico de la UAF, colaboró con colegas de la Universidad Tsinghua en Pekín y con agencias chinas que estudian el calentamiento del Ártico para analizar los datos de temperatura recogidos de las boyas a la deriva en el Océano Ártico.
"Recalculamos las temperaturas globales promedio entre 1998 y 2012 y descubrimos que la tasa de calentamiento global había seguido aumentando a 0,112 grados Centígrados por década en lugar de disminuir a 0,05 grados por década, como se pensaba anteriormente", relata Zhang.
Los nuevos datos también mejoraron las estimaciones del calentamiento global y la tasa de calentamiento del Ártico. "Estimamos una nueva tasa de calentamiento del Ártico a 0,659 grados por década desde 1998 a 2014. En comparación con la tasa de calentamiento global recientemente estimada de 0,130 grados por década, el Ártico se ha calentado más de cinco veces el promedio mundial", señala Zhang.
El equipo desarrolló nuevos métodos para incorporar los datos de temperatura del Ártico a los datos de temperatura global para que puedan estimarse mejor las temperaturas promedio. La mayoría de las estimaciones actuales utilizan datos globales que tienden a representar un largo periodo de tiempo y proporcionan una buena cobertura de un área geográfica global. Pero el remoto Ártico carece de una sólida red de instrumentos para recopilar datos de temperatura.
Para mejorar el conjunto de datos en tiempo y espacio, el equipo confió en los datos de temperatura recogidos por el Programa Internacional de Boya Ártica en la Universidad de Washington, Estados Unidos. Para datos globales, el equipo usó las temperaturas corregidas de la superficie del mar de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
EL ÁRTICO, IMPORTANTE AL ESTUDIAR Y GESTIONAR EL CAMBIO CLIMÁTICO
Zhang considera que este estudio amplía la investigación de NOAA y otros análisis recientes que han apoyado o refutado la idea de un "hiato de calentamiento global" al reestimar las temperaturas globales promedio durante ese periodo de tiempo con datos más precisos y representativos.
El hiato del calentamiento global es un tema muy debatido entre los investigadores del clima. Algunos científicos tienen la teoría de que un fenómeno de El Niño inusualmente cálido en los años 1997 y 1998 y un periodo prolongado después sin la presencia de El Niño en el Océano Pacífico tropical pueden haber interrumpido la tasa de calentamiento global.
Las temperaturas globales promedio de la Tierra han estado aumentando durante el siglo pasado y acelerándose a medida que más dióxido de carbono producido por los seres humanos entra y permanece en la atmósfera, por lo que la idea de "hiato de calentamiento global" parecía desconcertante. Pero el nuevo conjunto de datos y las estimaciones resultantes muestran de manera concluyente que el calentamiento global no se tomó un descanso, dice Zhang.
También destaca la importancia de considerar el Ártico cuando se piensa en el cambio climático. Hasta hace poco, según señala Zhang, muchos científicos no consideraban que el Ártico fuera lo suficientemente grande como para influir en gran medida en las temperaturas globales promedio. "El Ártico es remoto sólo en términos de distancia física --afirma--.
En términos de ciencia, está cerca de cada uno de nosotros. Es una parte necesaria de la ecuación y la respuesta nos afecta a todos".
Y otra más, también de hoy, de Univision:
El calentamiento global está haciendo seis veces más probable que Texas tenga huracanes como Harvey
Un nuevo estudio comprueba que, si bien el cambio climático no crea directamente megatormentas, sí las hace más comunes.
Algunos residentes de Houston, en Texas, son rescatados luego del paso de Harvey en agosto pasado.
Uno puede comparar el sistema climático de la Tierra como un par de dados. Nunca sabes exactamente qué resultado arrojará la tirada. Pero, algunas opciones, como
que te salga un siete, son mucho más probables. Otras, como obtener un doble uno, son menos probables. Y una forma de ver el calentamiento del planeta es decir que estamos acondicionando los dados para que salgan resultados extremos, incluyendo algunas de las más desagradables situaciones meteorológicas posibles en Estados Unidos.
Un nuevo estudio, desarrollado con rapidez en septiembre y
publicado hace una semana en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, concluye que cada vez es más alta la probabilidad de que esos mismos dados, una vez lanzados, deriven en muy desagradables condiciones del tiempo. El calentamiento global pudo no haber causado el huracán Harvey, que arrasó Houston durante una semana a mediados de año, pero sí hizo que su azote fuera más probable.
El estudio afirma que las tormentas de 20 pulgadas o más de lluvia en Texas son, aproximadamente, seis veces más probables de ocurrir ahora de lo que lo eran a fines del siglo pasado. Harvey dejó caer unas 20 pulgadas de lluvia durante su paso por el estado y en ciertas partes de Houston diluvió
hasta acumular 60 pulgadas, sobrepasando el antiguo récord.
Ahora bien, los ciclones tipo Harvey serán más frecuentes conforme nos adentramos en el siglo XXI. Entre 1981 y 2000, había un 1% de probabilidades de que un huracán produjera 20 pulgadas de lluvia en Texas. Pero al cierre de la presente centuria –de 2081 a 2100, cuando los chicos de hoy ya sean unos ancianos–, la chance será de un 18.2% si la Tierra se sigue calentando al ritmo actual.
“Sería poco sensato asumir que el clima del futuro se parecerá al que hemos visto durante los últimos 100 años”.
“Cuando se planifique el futuro de ciudades como Houston, sería poco sensato asumir que el clima por venir se parecerá al que hemos visto durante los últimos 100 años”, sostuvo Kerry Emanuel, autor del informe y profesor de Ciencias de la Atmósfera en el MIT. “Incluso si el clima no cambiara, los registros de precipitaciones son demasiado cortos y su calidad muy baja, para anticipar a ciencia cierta los riesgos de las inundaciones”.
Pero el calentamiento global empeorará los huracanes por dos razones. Primero, las que de otra manera serían tormentas de todo tipo –no solo huracanes– retendrán más humedad en un clima cálido. “Es uno de los riesgos de los que estamos más seguros”, me dijo. “La Física es tan simple: calienta el aire y verás que podrá retener más agua”.
Y, en segundo lugar, el calentamiento global hará que las tormentas se muevan más lentamente. Lo que hizo de Harvey un ciclón tan devastador fue más su duración que su intensidad: el huracán se desplazó hacia la orilla, estacionó sobre Houston y luego se movió circularmente allí por tres días. Se convirtió en una correa de transmisión atmosférica, recogiendo agua del Golfo de México y devolviéndola en lluvia sobre el área metropolitana de Houston. Fue así como se originaron las alarmantes inundaciones en el interior de la ciudad.
De acuerdo al estudio de Emanuel, el calentamiento global contribuyó a que huracanes similares ralentizaran su movimiento. Aunque los ciclones tropicales desatan feroces ráfagas de viento en el centro de la Tierra, sus movimientos a lo largo de la superficie del planeta –y, por ello, su trayectoria tormentosa– están determinados por
los vientos más lentos de gran altura condicionados por los distantes sistemas de altas y bajas presiones. Este motor planetario se ralentiza a medida que el calentamiento global provoca similitudes entre las temperaturas terrestres y oceánicas.
“Si la [circulación general] disminuye su velocidad, entonces los lugares costeros recibirán más lluvia”, recalca Emanuel. “Pero la razón fundamental de ello es que hay más agua en el aire”.
Emanuel desarrolló el estudio por medio del uso de una herramienta computacional de la que él mismo ha sido el precursor: integrar un modelo ciclónico y oceánico en un modelo climático común y corriente a escala planetaria. Para determinar la propensión actual del clima respecto a la ocurrencia de una tormenta como Harvey, utilizó tres modelos meteorológicos (con la herramienta para huracanes incorporada) para simular miles de años a partir del clima de fines del siglo XX. Y luego utilizó seis diferentes modelos climáticos (cada uno con la misma herramienta) para simular miles de años más a partir del clima de fines del siglo XXI. Examinando los hallazgos relativos a las precipitaciones y la trayectoria de los ciclones, pudo encontrar probabilidades de riesgo más precisas.
“Este análisis proporciona fuerte evidencia de por qué la información del cambio climático debería ser incluida en cualquier plan constructivo en Houston”, indicó
Heidi Cullen, científica principal y directora del programa de Reparto Mundial del Tiempo en Climate Central, organización sin fines de lucro ubicada en Princeton, Nueva Jersey.
Cullen reconoció que el informe era un “análisis muy bien hilvanado” que “esclarece la necesidad de actuar rápidamente tanto en términos de adaptarnos a los cambios que ya están en curso como de reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles”.
Sin embargo, el estudio no captó en su totalidad el riesgo futuro de las precipitaciones que causan inundaciones en el área de Houston o en Texas, añadió. “Cerca de un tercio de eventos con extremas precipitaciones en la Costa del Golfo no está asociado a huracanes”, me aseguró Cullen, mencionado un próximo análisis de Climate Central sobre el huracán Harvey. “Cuando se observan los extremos climáticos, es conveniente no perder de vista todos los eventos que producen lluvia”.
Si bien el informe de Emanuel estaba pensado para una rápida publicación –él aseveró que se apuró en completarlo para poder prestar información con celeridad en la recuperación de Houston–, emplea algunas de las técnicas más avanzadas en la Ciencia Climática. Haber integrado un modelo ciclónico a un modelo climático contribuyó a que un grupo de investigadores concluyera hace un mes que la ciudad de Nueva York
vería pronto grandes inundaciones inducidas por huracanes, al menos cada cinco años.
Igualmente, el conocimiento de Emanuel ayudó a ilustrar
el Informe Especial de las Ciencias del Clima, publicado este mes por 13 agencias federales, el cual predijo que el calentamiento global incrementará la potencia y la capacidad destructiva de huracanes para fines del presente siglo.
El informe además examinó cuán probable es que una tormenta tipo Harvey impacte, en particular, el área metropolitana de Houston. Aunque antes del fin del siglo XX llegar una situación de esta intensidad habría pasado una vez cada 2000 años, a fines del siglo XXI aumentará su probabilidad a pasar una vez cada 100 años. “Para los estándares del clima promedio entre 1981 y 2000”, añade el informe, “las precipitaciones que trajo Harvey en Houston fueron bíblicas, al menos en el sentido de que era probable que ocurrieran una vez desde que fue escrito el Viejo Testamento”.