La proporcionalidad y racionalidad en la respuesta son muy importantes, y en este caso, como en tantos otros, basta con la aplicación estricta de las normas de convivencia democrática que nos hemos dado entre todos. Esto no es el ejercicio del derecho de manifestación ni de expresión, esto es violencia y vandalismo, y basta con un par de cargas policiales, y con identificar a pie de calle y en las redes a los instigadores, provocadores y cómplices.
Luego se les pasa la cuenta de todo el pastel, y a pagar a plazos, y si son insolventes, se les descuenta un porcentaje de las ayuditas, y se les manda a limpiar letrinas, hospitales, a fabricar y colocar papeleras y contenedores públicos, y a desbrozar el monte.
A la segunda doble pena, por reincidencia. Por los menores, responden los padres. Y en dos semanas aquí no se mueve ni un grillo por la noche.
Pero claro, hay que querer. Y si tienes el forúnculo cancerígeno metido en lo más profundo de las instituciones, instigando a la masa, el problema se complica. Que antidemocráticos como Pablenin lleguen al poder es el mayor defecto de nuestro sistema. La democracia debe poder defenderse de los que quieren usar las libertades para destruir las libertades de los demás.