Mercedes construyó en los 60 la “Curva de la Muerte” para probar sus coches: tan brutal que se trazaba sin girar el volante y generaba fuerzas G como en la F1
29 junio 2025
Hace tiempo
se la conocía como "Curva de la Muerte" y ahora, a simple vista, parece una estructura olvidada más
en el complejo industrial de Mercedes en Untertürkheim (Alemania). Pero esta curva peraltada de 90º no es cualquier curva: fue
diseñada para llevar a los coches y a sus conductores al límite.
Durante décadas,
fue uno de los secretos mejor guardados de la marca.
A más de 150 km/h, no hacía falta ni tocar el volante para trazarla: la fuerza centrífuga se encargaba de todo. Quienes entraban en ella quedaban pegados al asiento, con la vista borrosa y el cuerpo soportando más de 3 Gs.
Una solución radical para un rincón sin espacio
Cuando Mercedes
amplió sus pistas de pruebas habituales en 1967, se encontró con una limitación clave: el espacio. Encajadas entre el río Neckar y las instalaciones de la planta de Untertürkheim, el trazado solo podía crecer de una forma: hacia arriba. Y así nació una de las curvas más extremas jamás construidas por una marca de coches.
Con una inclinación de hasta 90 grados, esta curva era una espiral cerrada pensada para poner a prueba la estabilidad, el agarre lateral y la resistencia estructural de cualquier vehículo. Con un radio de 60 metros y una pendiente que
se disparaba hasta alcanzar un ángulo de 71° respecto al horizonte, la “curva de la muerte” permitía mantener una velocidad constante de 150 km/h sin mover el volante.
A esa velocidad, la fuerza G que soportaba el conductor
alcanzaba las 3,1 veces su peso. Llegar a los 200 km/h no era del todo imposible, pero casi: a esa velocidad, el cuerpo debía soportar fuerzas de hasta 5,3 G, y el desmayo era una amenaza real,
según los archivos de la marca.
Un laboratorio al límite de la ingeniería
La curva formaba parte de un complejo de
más de 16 kilómetros de pistas, ocultas tras los muros de la planta de Mercedes y hoy visibles desde la autopista 14 que cruza Stuttgart. Allí se llegó a probar de todo: prototipos, coches de producción y de carreras, autobuses y hasta camiones.
Las pistas se completaban con secciones para ensayos de frenada, baches extremos, superficies deslizantes y hasta rampas con pendientes de hasta el 70 %. Incluso se reprodujo con exactitud un tramo deteriorado de una carretera y se instalaron túneles de viento laterales para simular ráfagas en adelantamientos. Este entorno fue clave para la evolución de la seguridad y la tecnología de Mercedes.
Por ejemplo, fue donde se probó por primera vez el sistema de
frenos ABS en 1978, desarrollado en colaboración con Bosch. La pista de deslizamiento circular (el mítico 'skidpad') también se construyó aquí décadas antes de que el centro de pruebas de Immendingen tomara el relevo.
Una curva que aún hoy impone respeto
Lo más asombroso es que la “Curva de la Muerte” sigue en pie.
Aunque hoy la mayoría de pruebas se realizan en Immendingen y otros centros, o se simulan digitalmente,
la curva de Untertürkheim no ha sido desmantelada. Permanece como un monumento brutal a la era analógica, a medio camino entre la ingeniería y la locura técnica.
Su parte más alta se eleva cinco metros por encima del suelo, y todavía puede usarse para ensayos concretos. Durante décadas, fue una joya oculta solo accesible para ingenieros, pilotos de pruebas y algunos periodistas especializados afortunados. Hoy, es también un testimonio de cómo Mercedes entendía (y sigue entendiendo) los avances tecnológicos: como algo que debe demostrarse y medirse, aunque desafíe las leyes de la física.
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