Tal día como hoy, 16 de diciembre de 1770, nació Ludwig van Beethoven, uno de los compositores más importantes de la historia de la música de todos los tiempos, con un legado musical que es patrimonio de la humanidad y que no conoce fronteras. Son especialmente conocidas sus 9 sinfonías orquestales y sus conciertos para piano, que era su instrumento solista favorito, pero sólo compuso un único concierto para violín, que en el momento de su estreno tuvo poco éxito, ya que la complejidad de su partitura no lo hacía asequible para muchos intérpretes, hasta el punto de que llegó a hacer una transcripción para piano en sustitución del violín para dicho concierto. Con el paso de los años, el concierto para Violín de Beethoven ha tenido el merecido reconocimiento, y se ha convertido por méritos propios en uno de los conciertos de violín de referencia de todo el repertorio clásico.
Tiene 3 movimientos, Allegro Ma Non Troppo, Larghetto y Rondo-Allegro, y cualquiera de estos tres movimientos es un placer para los sentidos. Si tuviera que elegir uno de ellos, me quedaría con el segundo movimiento, que tiene una belleza, una sensibilidad y una sutileza que solamente los grandes maestros de la composición son capaces de crear. A pesar de que de los tres movimientos el Larghetto es el que requiere menos virtuosismo del intérprete, es el que me conmueve más.
Violin Concerto in D, Op.61: I. Allegro ma non troppo
Violin Concerto in D, Op.61: II. Larghetto
Violin Concerto in D, Op.61: III. Rondo (Allegro)