Para mí, Mónaco fue un Gran Premio de alegrías y frustraciones. Allí me di cuenta que lograr una victoria es asunto delicado. Logré mi primer triunfo en Mónaco en 1984, un año en el que la lluvia causó la detención de la carrera y se otorgaron solo la mitad de los puntos. Si hubiéramos terminado la carrera, incluso detrás de Senna, habría sido suficiente para mí. Pero no hay amarguras por ese momento.
Pilotar en Mónaco representó un complicado placer, es una pista que no perdona errores y a veces me imagino corriendo allí. Adoraba pilotar un buen coche por Mónaco, es una sensación increíble. Eran los años del turbo y sin dirección asistida, las velocidades eran transmitidas por palanca. Todo era muy físico. Se iba con una mano en el volante y la otra en la palanca, terminábamos con las manos adoloridas, los brazos rígidos, con una buena tendinitis. Los coches eran unas bestias, pero había que preservarlos para completar la carrera. Era un examen muy difícil de aprobar.
ALAIN PROST.