A mí hubo un tiempo que me gustaba escribir..(bueno me gusta .pero no tengo tiempo o no lo busco)...
Esto lo escribí hace unos años...está en blog dónde tengo un par de relatos más...es un poco melancólico y depresivo...a ver qué os parece..
Por no copiar todo os dejo el enlace
http://elhombreqconfundialosstdos.blogspot.com.es/2009/05/solo-entre-la-multitud.html
j*der, acabo de leer este otro y me ha gustado mucho. Me recuerda en cierto modo a "especial". Le encuentro cierta similitud a la hora de redactar.
Permiteme el ponerlo para compartirlo, compañero.
domingo, 24 de mayo de 2009
UNA HERMOSA MAÑANA DE PRIMAVERA
Todavía estaba amaneciendo cuando entró en el garaje. Retiró la lona que lo cubría y allí estaba mirándole con aquellos ojos saltones, como una rana. Era algo que siempre le había llamado la atención de aquel coche, sus saltones faros un diseño que apenas había permanecido invariable en casi 60 años, desde la primera vez que salió de la linea de montaje hasta las últimas unidades allá por el año 2020.
Siempre había sido el coche favorito de su padre, que había sido quien lo había comprado poco después de la prohibición, lo había descubierto en uno de sus viajes de trabajo. Había pertenecido a un empresario que lo había dejado apartado y cubierto de polvo en una de sus naves. Pagó un mínimo precio por él, casi regalado, aquello era simplemente un montón de chatarra. Cuando la prohibición entró en vigor solo se pudieron conservar aquellos vehículos más modernos que pudieron ser “reequipados” y el resto fueron condenados al achatarramiento obligatorio, solo alguna unidad destinada a museos fue conservada, el resto fueron convertidos en acero, plastico y otros elementos que se reciclaron para darles un nuevo uso.
Hacía ya 20 años de aquel día cuando su padre llegó a casa con la sonrisa pintada en la cara y con una unidad de transporte de 30 m3, lo trajo a escondidas ya que aquel tipo de maquinas había sido prohibida y su tenencia, venta o compra estaba penada por la ley, con multas y confiscación por parte del estado. Lo descargó directamente al garaje, ante la desaprobación de su madre y su atónita mirada. Los días siguientes fue un ir y venir de íntimos amigos, tan locos como su padre, que no daban crédito a lo que veían.
El coche era un Porsche 911 2.4 de 1972, era el modelo de 130 CV con carburador Zenith. Había sido una suerte que hubiera encontrado precisamente ese motor ya que era imposible conseguir gasolina y era más fácil adaptar un carburador para funcionar con sustancias sucedaneas que un sistema de inyección electrónica que podría provocar más complicaciones. Su padre le dedicó todo su tiempo libre durante meses, ayudado por amigos y buscando alguna pieza en el mercado negro, o construyéndola artesanalmente. Una vez puesto a punto mecánicamente, fue pintado en su totalidad de un color gris azulado, que su padre decía que era como el utilizado por Steve Mcqueen en la película “Le Mans” (que recordaba haber visto cuando era muy pequeño).
Recordaba como si hubiese sido ayer el día que el coche estuvo terminado y fueron a probarlo. Hubieron de salir de noche y apenas hicieron 5 km pero aquella sensación no se le olvidaría en la vida. Hasta aquel día no había recordado la sensación de circular en uno de aquellos coches movidos por motor de explosión, ya que era todavía bastante pequeño cuando la prohibición entró en vigor. También recordó como su padre le enseño a conducirlo en el aparcamiento de la casa los domingos casi de madrugada o al atardecer.
Ahora eran otros tiempos, el transporte por carretera se realizaba en módulos de transporte personal, o unidades de transporte, dependiendo si eran para transportar personas o mercancías. Un sistema de guiado parecido al Sistema De Posicionamiento Global utilizado a principios de siglo y cuya invención databa de finales del siglo XX se encargaba del desplazamiento de los módulos por las nuevas carreteras, aunque ahora ya no se basaba en satélites, si no que un sistema de seguimiento electrónico que había sido insertado en las carreteras y hacía que una vez establecido el destino, todos los módulos se desplazaran a la misma velocidad y con una seguridad impensable en la época en la que había sido construido su Porsche. Los accidentes eran cosa del pasado y simplemente ocurrían de vez en cuando y siempre motivados por fallos mecánicos o electrónicos ya que nada más había sido dejado al control humano. En aquellas carreteras antiguas en las que no estaba insertado este seguimiento electrónico una pintura especial hacía que los módulos fueran guiados de igual manera.
La noche anterior había estado trabajando en el coche, lo había limpiado, engrasado y comprobado todo su funcionamiento, había llenado el depósito con el líquido que hacía las veces de gasolina (una mezcla de bioetanol y eter). Cuando bajó a la mañana siguiente destapó la lona que lo cubría, se sentó y accionó la llave de contacto. Con un leve ronquido se puso en marcha y apreció el sonido de los 6 cilindros Boxer que emitían aquel característico golpeteo que pese que a el siempre le había parecido extraño su padre decía que sonaba como la voz de los dioses.
Por suerte para él, vivía en una zona apartada del mundo y no era habitual encontrarse con nadie en aquellas carreteras que lo rodeaban, no obstante procuraba salir al amanecer o al atardecer, con suficiente luz para no tener que encender el alumbrado para ver, y lo suficientemente oscuro para no ser visto con las luces apagadas. Solía hacer recorridos de no más de 30-40 km, por un circuito con pequeñas variaciones que le llevaban unos 20-30 minutos. Unos minutos que le hacían transportarse varias decadas en el pasado y sentirse vivo por momentos.
Aquella mañana presagiaba un día espléndido, el sol todavía no había salido pero se adivinaba su claridad entre las montañas. Salió en dirección norte, lo que significaba que circularía por una serie de curvas en subida durante unos 10 km, para después descender hacia su casa por una carretera mucho mejor con amplias curvas y trazado rápido ideal para dar rienda suelta a la caballería que propulsaba su eje trasero. Su padre había hecho un maravilloso trabajo de restauración, ya que pese a que aquel motor rendía unos escasos 130 CV para un peso de apenas 1000 kg, una ligera subida en la relación de compresión e instalación de conductos de admisión más grandes había subido a casi 180 CV, lo que para la ligereza del chasis le hacía tener unas prestaciones envidiables y que no eran alcanzadas por aquellos pesados módulos de transporte personal que ahora poblaban las carreteras. Una vez que los indicadores de temperatura llegaron a su nivel idoneo comenzó a apurar las revoluciones del motor y a enlazar las curvas en una especie de trance, como si hubiera retrocedido en el tiempo. Fue entonces cuando por el rabillo del ojo, lo vió. Era un extraño vehículo negro, pero que todo el mundo sabía a quien pertenecía, su color negro brillante como de charol y su extraña forma con la cabina redonda y los laterales bajando en diagonal hasta juntarse en su cubierta plana y picuda, decían los viejos del lugar que recordaba a unos extraños sombreros que llevaban las fuerzas de la autoridad en el siglo XX. Era un vehículo de vigilancia de la Guardia Nacional Civil de Esquadra, que se dedicaba a patrullar por las carreteras sobre todo buscando modulos de transporte modificados o vehiculos ilegales.
En un primer momento pensó que no le habían visto, pero cuando vió la brusca maniobra que realizó el vehículo, se dio cuenta que debería escapar. Inmediatamente cambió a una marcha inferior para ganar aceleración y pisó a fondo el acelerador, el rugido del motor se hizo más bronco y notó como se pegaba más al asiento. El vehículo perseguidor a su vez aceleró pero era mucho más pesado, aunque no más lento y pareció quedarse atrás por momentos. La persecución duró varios kilómetros de buena carretera, pero en cuanto pudo se volvió a incorporar a las estrechas carreteras, con pequeñas curvas y en subida, que eran su terreno favorito. El vehículo de la autoridad, le seguía de cerca, probablemente su conductor fuese en modo manual y seguro que era un experto, ya que aquellos vehiculos extraños eran muy difíciles de controlar con sus pequeñas ruedas y su gran peso y dimensiones. Fue entonces cuando ocurrió, la humedad de la carretera le hizo casi perder el control del coche en una de las curvas pero gracias a la maniobrabilidad y al poco peso, logró hacerse con el control y seguir adelante, pero su perseguidor lastrado por su gran peso y su poca maniobrabilidad no lo consiguió y después de chocar contra un árbol, y volcar se deslizó ladera abajo con gran estruendo. No se paró a comprobar nada, si no que siguió huyendo como alma que lleva el diablo hasta que llegó de nuevo a la seguridad de su casa. Guardó de nuevo el Porsche en el garaje, lo cubrió con su lona protectora y subió a casa para tomar el desayuno junto a su mujer y sus hijos. Sin mencionar ni una palabra del incidente, ya solo pensaba en la próxima vez que pudiera volver a conducir su coche.
Debían haber sido divertidos aquellos tiempos en los que se podían conducir esos coches movidos por gasolina por carreteras sin automatizar y sin la persecución de las autoridades