Off Topic Poesia, prosa, sentimientos, vivencias, etc. Lo que quieras compartir.

Estamos tan manipulados, que ni siquiera somos conscientes de ello. Nos creemos hacedores de nuestra vida y nada de lo que la rodea, está creado por nosotros mismos.

Nos abstraen de lo cotidiano, de lo simple, de lo que siempre sirvió y ahora no. Nos convencen una y otra vez en progresar, en ir hacia el futuro y olvidar nuestro pasado sin tan siquiera ser conscientes del presente.

Nos manipulan, haciéndonos creer bueno hoy, lo que ayer era el mismísimo diablo y viceversa. Quitándonos nuestro poder de decisión y aniquilando nuestra actitud.

Esto se va a la mierda, es un hecho. No sabemos ni cuándo ni por qué. Tampoco quien será el encargado de pulsar el botón de “finísh”, pero lo evidente es que nos está llegando la fecha de caducidad.

Así que si te queda algo de raciocinio en tu interior, mira a tu alrededor y analiza tu entorno. Decide si es el adecuado para ti y sino, por lo menos intenta cambiarlo, porque mucho me temo, que es lo único que te podrá salvar de la completa idiotez que nos rodea.

 

Bravo. Menos mal que hace años que me di cuenta de eso... Al final los placeres se encuentran en las cosas sencillas, que no por eso son malas. Son... Sencillas. Estamos perdiendo muchas cosas que son muy importantes para lo que debería ser el viaje por este nuestro planeta físico...

 

@vfr800 no sé si sabes mi relación con la música, así que perdón por traerla, pero no puedo evitar ponerte este tema que no escucharas en la radio ni en la tele, por supuesto. Además no son rastas antisistema haciendo punk o ska... Que más que esos lo soy yo... Puro Rock&Roll, que siempre fue símbolo de libertad.

 

Me apunto el grupo, muy bueno por cierto. Escucho a Extremoduro, Marea, Rosendo....

 

Pero ya no lo venían

Grande Robe

 

Viernes negro;


Es increíble el poder de influencia que tiene sobre nosotros todo lo que sea un día dedicado a la compra compulsiva e implantado por gentes totalmente distintas a nosotros (aunque cada día menos), que viven al otro lado del globo.


Gente haciendo colas kilométricas para ahorrarse un supuesto descuento, que en ocasiones incluso no es real, ya que la noche de antes, tienen a los trabajadores trabajando a piñón, cambiando etiquetas y así, dándonos gato por liebre.


Por cierto, entre esos trabajadores, hay personas cercanas a nosotros, pero nos da igual; Todo sea por el ahorro y acumular chismes.

Luego nos manifestamos por el feminismo, los sindicatos y contra Amancio Ortega, pero mientras nosotros ahorremos, que se joda todo el mundo.


Esto por momentos es decepcionante, e irónico a la vez.

Mientras escuchas a los “medios de desinformación” contarte que viene una nueva crisis, ves las tiendas y centros comerciales abarrotados hasta la bandera, de gente que compra sin sentido ni pasión, solo pero el mero hecho, de la acción en sí y por supuesto, creerse que están ahorrando.



No sé si ahorraremos dinero, pero lo que si está claro es que malgastamos nuestro tiempo y esfuerzo, en trabajar duro para conseguir todo eso y no sé si alguien se ha dado cuenta, lo único , absolutamente lo único que uno no puede comprar, es tiempo.


Como dice Pepe Mujica ex- presidente de Uruguay, el tiempo, nuestro valor más preciado, lo vamos gastándo en NO vivir la vida. Empleándolo en trabajar como negros, para creernos que vamos a vivir como blancos, como si hoy no fuéramos todos ya, esclavos de un sistema consumista e insensible con todo lo que lo rodea.


Espero que para el próximo Black Friday, el tiempo sea el producto estrella y podamos adquirirlo a un precio competitivo, aunque mucho me temo, que todo seguirá igual, incluso el atontamiento del personal....

 

Y muy curioso el nombre escogido. Adoramos al mal sin saberlo. Convivimos con un montón de simbología que no tiene connotaciones buenas ni alegres precisamente... Que ya, que ya se que se llama así por... Pero que casualidad c**o. Suena a tibias y calavera, mismo símbolo que el "Peligro de muerte". Hay tal tinglado montado que casi nadie se lo cree si se lo cuentan...

 

Sir Christopher Wren era la versión inglesa de un hombre del Renacimiento. Era experto en matemáticas, astronomía, física y fisiología. Pero durante su larga carrera como el arquitecto más reconocido de Inglaterra a menudo recibía instrucciones de sus patronos de que hiciera unos cambios poco prácticos en sus diseños. Nunca discutió ni ofendió. Tenía otras formas de demostrar que él tenía razón.
En 1688 Wren diseñó un magnífico ayuntamiento para la ciudad de Westminster. Pero el alcalde no estaba satisfecho; de hecho, estaba nervioso. Le dijo a Wren que se temía que el segundo piso no fuera seguro y que se pudiera desplomar sobre su propia oficina, que estaba en el primer piso. Pidió que Wren añadiera dos columnas de piedra para que hubiera más puntos de apoyo. Wren, el paradigma del ingeniero, sabía que estas columnas no tenían ningún propósito y que los temores del alcalde no tenían ninguna base científica. Pero las construyó y el alcalde estaba muy agradecido. No fue hasta años después que unos trabajadores subidos en un andamio se dieron cuenta de que las columnas no llegaban hasta el techo.
Eran falsas. Pero ambos hombres tuvieron lo que querían: el alcalde se podía relajar y Wren sabía que la historia reconocería que su diseño original funcionaba y que las columnas eran innecesarias.

Robert Greene en Las 48 leyes del poder

 

bonita historia la de Sir Christopher Wren; pinta bien ese libro...

voy a poner algo mío muy poco pretencioso:

sin salud no vives
sin trabajo, malvives
y sin amor...
¡sin amor es un sin vivir!

Raphael de la Ghetto

 

Perdón por el reflote, pero creo que lo más adecuado es poner este microrrelato aquí.

Basado en un encuentro "nocturno" de este fin de semana.

LITTLE BLACK DRESS:

la chica del vestido negro le susurró al oído.

- ¿Qué haces esta noche?
- Escribiré en mi diario, con mi bolígrafo de tinta azul- dijo él.

La chica se acercó todavía más, sus labios casi tocaban su oreja y le dijo
- Yo uso lápiz, los bolígrafos sólo tienen tinta, los lápices tienen Alma.
......Piénsalo.

 

Regalito este hilo ya que hace unos meses arranqué con un blog de escritura en el que comparto algunas de las pajas mentales que me atoran el pensamiento.

Iré poniendo por aquí algunos artículos por si queréis leerlos. La página en cualquier caso es esta;

https://unamentecorriente.es/

Actualmente está en proceso de configuración. Un saludo!

 

Por aquí uno de estos artículos que ya he publicado;


Los peligros del deporte
por Jorge R. Rubio | Nov 19, 2023 | Actualidad, Cajón de sastre | 0 Comentarios


Tras varios meses de obras, hace relativamente poco, han inaugurado un gimnasio muy cerca de casa. Tan próximo como que cada vez que salgo a tirar la basura, o dar un paseo con los perros, termino pasando por la puerta de este. Y hasta aquí todo bien, ya que es bueno que la gente se cuide, realice ejercicio físico y todas esas cosas que te recomienda el especialista de turno cada vez que vas a visitarlo con alguna plaga nueva. Cosas de la edad.

Sin embargo, el mencionado gimnasio ha supuesto un antes y un después en la vida cotidiana de los residentes del lugar. Y no precisamente porque la mayoría hayamos terminado ejercitando nuestra silueta en sus instalaciones por pura iniciativa. Más bien porque, a modo de reclamo, han colocado a un monitor de 1,90 m de altura que pareciera un Adonis tallado por los dioses. O mejor aún, que hubiera regresado de entre los muertos para seguir dándole lo suyo a la infiel Afrodita mientras esta, arrastrada por sus calenturas internas, se los ponía al inocente Hefesto.

Aquella mañana soleada mi intención inicial era constatar, en el reflejo del apantallado, como mi fisionomía seguía en un estado paupérrimo en todos los sentidos

Mitología griega aparte es cuando menos curioso ver como el plan ha surtido efecto. Sobre todo entre las féminas del lugar, aunque la mayoría de ellas no tengan falta de castigarse físicamente en exceso y el único motivo por el que hayan decidido acudir al citado gimnasio, de manera religiosa tres veces en semana, sea el susodicho fulano y ese aspecto de sano que tiene que, por momentos, le hace a uno sentirse hasta mal si recurrimos a las odiosas comparaciones. Eso si es que hay algo que se pueda comparar, más allá de que ambos tenemos dos piernas y dos brazos.

Y todo hay que decirlo, hasta yo mismo giré instintivamente la cabeza la primera vez que paseaba en paralelo a la cristalera que circunda el mencionado recinto de culto al cuerpo. Aquella mañana soleada mi intención inicial era constatar, en el reflejo del apantallado, como mi fisionomía seguía en un estado paupérrimo en todos los sentidos. Pero en ese acto involuntario me encontré con la estampa del colega y atestigüé, de primera mano, lo que ya les había oído cuchichear a un par de vecinas varias tardes atrás.

—¿Tus has visto al macizo que han colocado de monitor en el gimnasio del club de pádel?… Está para comérselo, ¡hasta con el envoltorio! (risas picaronas de ambas)

No es que yo vaya poniendo la oreja en conversaciones ajenas, pero, si estás intentando concentrarte con la ventana abierta, suelen ocurrir situaciones de este tipo. Para más inri está el tono jocoso en el que la vecina se expresaba y como la otra, con los ojos expectantes, ya planeaba la forma de decirle al marido que iba a apuntarse al GYM para quitarse esos “quilicos de más” fruto de los excesos veraniegos. Mis coj*nes 23.

Más bien disfrutan, como el que más, estando cerca de semejante monumento, que si bien no está hecho de ladrillo y cemento, se le intuye más fuerte que el vinagre

Ahora, la mayor parte de las tardes, paso por el lugar dando un paseo, haciéndome una idea antes de llegar de cuantas señoras y señoritas estarán sudadas y jadeantes alrededor del colega obedeciendo al son de su pito. Me explico, para que no se malentienda, aunque ello me importe un real carajo.

Me refiero a que están allí echando la pota al son del silbato que pende del cuello del citado Adonis. Este las avisa, pega el pitido y las amigas se ponen como locas, en modo repetición, a tirarse al suelo, levantar una pesa o dar saltos como conejas de monte.

El tío las mira con condescendencia, haciéndose cargo de que muchas de ellas no están allí porque les interese lo más mínimo el deporte o los beneficios que este pueda tener sobre su salud. Más bien disfrutan, como el que más, estando cerca de semejante monumento, que si bien no está hecho de ladrillo y cemento, se le intuye más fuerte que el vinagre. A su vez me lo imagino diciéndole a más de una, y de dos, que está casado y con críos (eso me comentó una ferviente seguidora suya de Instagram), y que está allí únicamente por trabajo y no por placer.

Quien sabe, igual a alguna de las “atletas” allí presentes, termina por gustarle el deporte, o no. Lo mismo termina lesionada por no haber calentado correctamente, o precisamente por justo lo contrario, ir demasiado caliente y sufrir un cortocircuito general que le haga mandar a la mierda al marido, al gimnasio y a la madre que parió al monitor.

 

Y que yo me la llevé al rio
creyendo que era mozuela
¡y resultó ser un tío,
que por poco me la cuela!

 

Acabo de aterrizar en éste hilo, (creo)
Y si se puede decir lo que uno siente voy a dejar una perla...perdonad pero soy parco en palabras (escritas)





Estoy hasta los coj*nes

 

No me extraña nada, es lo normal Javi

 

VISIÓN A LOS TREINTA.

Un tercio para aquellos optimistas
con arrebatos de ilusión, sin miedo a morir
la mitad para esos pesimistas
hartos de sufrimiento con ganas de vivir

¿Futuro? Impredecible, como el de todos
¡Soñar para chocar con la realidad!
¿No sentís como para una jauría de lobos,
somos marionetas de su voluntad?

Infancia con amores de páginas de revistas
De mentir jurando que no mientes jamás
De ilusión por primaveras aún no vistas

¿Demasiado pedir salud para mi y los demás?
Quizás algo que asombre coronando la lista
¿Amistades? Todas las que pueda, sin más.

 

AQUELLA EDAD ESCOLAR

Había una sirena aguda que azuzaba a los rezagados. Había ropa tendida que saludaba cuando el viento soplaba. Había gatos en los quicios de las ventanas. Había madres cosiendo parches en los pantalones. Había abrigos de reestreno. Había ropa mal tallada y había zapatos con algodón en las punteras. Había una fuente de agua fresca y grifo impreciso. Había un charco perenne que esquivaba huellas. Había plantas sin nombres y había lagartijas que esquivaban hormigas. Había cuestas con papeleras testimoniales. Había árboles que añoraban pájaros y había ruidos de pájaros que nunca despistaban. Había balones libres en su vuelo y había balonazos cautivos de llantos. Había negras gomas para pisar y había cuerdas que saltar. Había lápices mordidos y tizas que pintaban suelos de alquitrán y de hormigón. Había juegos a la pata coja, había empujones y tiritas con mercromina. Había libros de hermanos mayores con marcas de cartabones y había compases estropeados.

Era un mundo alegre en batalla triunfal con la melancolía. Era una desequilibrada mezcla de juegos y aprendizaje. Una vida que sucedía sin ninguna tiniebla. Una enciclopedia de vivencias impresa con la tinta indeleble de los recuerdos. Había una puerta sólo cerrada los domingos. Y no había, como sucede ahora, lunes tan cercanos.

A todos quienes allí me acompañaron. Gracias por estar sin invadir, por dar sin exigir y por ser parte de aquellos maravillosos días pasados.

 

LECCIONES DE VIDA PROFESIONAL

Existen cuatro clases de personas:

1º. Las que hacen lo debido sin necesidad de que se lo digan, SON MAESTRAS

2º. Las que, para hacer lo debido, únicamente hace falta decírselo una vez, SON COMPETENTES

3º. Las que necesitan que estén recordándoles constantemente lo que deben hacer, SON MOLESTAS

4º. Las que nunca hacen lo debido aunque se lo estén repitiendo una y otra vez. SON DESPRECIABLES

¿A que grupo pertenece usted? Si pertenece al grupo 3º ó 4º no espere, márchese.

 

Hamid, el hijo del frutero
por Jorge R. Rubio | Abr 14, 2024 | Actualidad| 0 Comentarios


Hamid no tendrá más de nueve o diez años. Es hijo de Abdellatif, el cual conozco desde mi época de instituto, hace más de 25 años. Es un marroquí de segunda generación que llegó a España cuando apenas era un crío de la mano de sus padres en busca de un futuro mejor. Hoy, décadas después, es un hombre de bien, que posee su propio negocio, trabaja de lunes a lunes e intenta llevar una vida tranquila.

Su hijo pasa con él las tardes de sus vacaciones, en cualquier fecha del año, en el comercio donde este vende frutas y verduras, así como algunos alimentos de primera necesidad. El crío se afana de manera curiosa en todo aquello que su padre le enseña. Según este último, hay que intentar infundirle una serie de valores con los que, en un futuro, valore todo aquello que posee y que no es más que fruto del trabajo duro por parte de él y el de su familia.

Es curioso como en ningún momento pierde la sonrisa del rostro. Va de aquí para allá realizando labores de todo tipo, al mismo tiempo que conversa con algunos clientes españoles que se sorprenden de ver a un niño tan joven ayudando a su padre de ese modo. Lo mismo está sacando cajas de la cámara, que clocando el género en las estanterías. Barriendo el local o bajando las hojas de la puerta principal que delimita la entrada cuando aprieta el sol veraniego a media tarde.


Hace unos días entré como de costumbre a comprar unas cosas. Por lo general, Abdellatif está por allí en sus labores y al verme me suele saludar con un “buenas tardes ¿Cómo vamos?”, y sigue con ahínco en sus tareas cotidianas. Sin embargo, en esta ocasión solamente escucho su voz desde el fondo del almacén donde está descargando la mercancía o arreglando cuentas con los proveedores. Vete tú a saber.

En su lugar, al frente del negocio, está el pequeño Hamid, que se dirige a mí de manera diligente con un “¿puedo ayudarle en algo?” Seguidamente, tras yo contestarle que me las arreglo solo, sigue a lo suyo. Durante los siguientes minutos hago mi ronda general por la tienda cogiendo lo que necesito y me recreo leyendo las etiquetas de algunos productos procedentes de Marruecos que suelen tener en los estantes; especias, miel o alguna conserva, están entre ellos y suelen tener bastante éxito entre la comunidad musulmana que son clientela fija de la misma, como es de entender.

Sin embargo, en el transcurso de mi visita el crío no me quita ojo; observa de manera atenta que cojo, como lo hago, y si en mi ritual semanal de movimientos realizo alguno extraño que a él no le cuadra. No es la primera vez que, una tarde como esta, nos cruzamos en el interior del local y ya me conoce, aunque sea solo de vista. Además, en alguna ocasión ha escuchado atento las conversaciones que solemos tener su padre y yo sobre política, deporte o simplemente de como el pueblo lleva años echándose a perder por mil y una cuestiones.

El caso es que al terminar mi compra me dirijo a la caja y su padre sigue en el almacén sumido en sus quehaceres momentáneos. El chaval mi mira de manera serena y me pregunta si quiero que me cobre. Yo que me quedo un poco patidifuso y casi sin saber que contestarle, termino accediendo, pero advirtiéndole, en modo irónico, que no me vaya a engañar como lo hace su progenitor desde hace años.


Me vuelve a mirar y con rostro serio no pierde tiempo ni en contestarme. Él está en lo verdaderamente importante y no atiende a las bromas de los clientes, sabiendo cuál es su sitio y el de estos, además del cometido que tienen cada uno de ellos, tal y como se ha encargado su padre de hacerle saber desde que era muy pequeño y frecuentaba la tienda con su madre de manera asidua.

Tras unos segundos la cuenta está hecha, a excepción de unos rollos que no ha metido en la suma final porque desconoce el precio. Como llevo años comprándolos, e intentando echar una mano, le digo que son 5,80 euros y el algo dubitativo teclea el importe y me da el ticket con el montante final.

Yo que no salgo de mi asombro, básicamente porque mete de memoria y de manera meticulosa el precio de cada uno de los productos que llevo, cojo la cuenta, la reviso y termino pagándole. Su padre aparece poco después y me pregunta si me falta algo, a lo que yo, sin quitarle la vista al crío de encima, le respondo que no, que el futuro jefe sabe perfectamente cómo va el negocio y que si se descuida, en nada, lo echará de allí a él.

Abdellatif me mira sonriente y dirige a su hijo una mirada de orgullo y justo cuando estoy saliendo por la puerta el crío me espeta:

—¿Había comprado usted antes pitayas?

—No— le respondo yo.

—Espero que le gusten, suelen salir muy dulces— termina sentenciando.

Su padre vuelve a mirarme sonriente y en su mirada capto a la perfección el mensaje que hay grabado en su mente desde que su Dios le encomendó la tarea de criar a su hijo: “siento decirte que niños como Hamid son el futuro. Hacer el favor de echaros a un lado, si no queréis terminar arrollados”.

 

Buenos días.

Gracias por hacernos vivir la experiencia.