Kawasaki AR50
Ciclomotor con aspiraciones de Ninja
Dentro del universo de las 50 cc hay dos tipos de motos: las que están pensadas para moverse por la ciudad sin más complicación… y las que, desde el primer vistazo, dejan claro que querían jugar en una liga superior. La
Kawasaki AR50 pertenece sin duda al segundo grupo. Es una de esas “cincuentas” que, pese a sus limitaciones, tenía aspiraciones de moto “de verdad”: postura deportiva, estética de mini sport ochentera y una presencia que parecía chillarle al mundo que aquella cilindrada no iba a frenarla.
La AR50 se lanzó en la primera mitad de los años 80 y se comercializó en distintos mercados europeos, aunque no llegó oficialmente a España, al menos no con una distribución regular. Aun así, tuvo suficiente difusión en países cercanos como para convertirse en uno de esos modelos que muchos aficionados miraban con curiosidad cuando la veían en revistas extranjeras. Su planteamiento era claro: una moto ultraligera, simple y divertida, pero con esa estética afilada y un equipamiento que, para ser una 50 cc, llamaba la atención.
Su motor era un sencillo monocilíndrico refrigerado por aire, muy al estilo de la época: entrega suave, fiabilidad razonable y una cifra de potencia que no asustaba a nadie pero permitía disfrutarla al máximo. Lo interesante no estaba en los números, sino en cómo Kawasaki decidió vestirla. La AR50 copiaba las formas de las deportivas de media cilindrada: depósito marcado, colín elevado, llantas de aleación y una línea general muy compacta que la hacía parecer más seria de lo que realmente era. Para un adolescente de mediados de los 80, esto era lo más cerca que se podía estar de una Ninja sin tener edad para llevar una.
El chasis, como cabe esperar, era tubular, freno de disco delantero y tambor trasero, cambio de cinco velocidades y un peso pluma que permitía exprimir cada caballo. Era una moto simple, económica y directa, pero también una pequeña escuela: enseñaba a llevar marchas, a manejar inercias y a sentir una moto deportiva real en miniatura. Si tenías 14 años en los 80, esta moto era un sueño.
Con el tiempo aparecieron versiones ligeramente actualizadas, como la AR50S o la AR50B, con retoques estéticos y pequeños cambios de equipamiento, supervivientes de una era en la que las 50 deportivas aún tenían un hueco en el mercado. Eso sí: nunca llegó a convertirse en un fenómeno de masas, y quizá por eso hoy es un modelo tan apreciado por coleccionistas. No es una Aprilia RS o una Derbi GPR de la vieja escuela; es algo más modesto, más raro y, precisamente por eso, con más encanto.
Hoy la Kawasaki AR50 es una de esas motos que sorprenden a quienes no la conocieron en su momento. Pequeña, accesible y muy ochentera, demuestra que incluso en las cilindradas más humildes había espacio para soñar con las deportivas que colgaban en los posters del dormitorio. Y, siendo sincero, pocas 50 lo hacían con tanta personalidad. Lástima que no llegó a España.