Daniel Capilla
@dcapillae
Los fallos de los análisis militares no fueron mitigados por ninguna humildad o precaución intelectual por parte de quienes los cometieron. Sorprende que los analistas que se equivocaron de forma tan flagrante sigan siendo prominentes e influyentes a pesar de sus errores (p. 47).
El control del territorio es tan importante en esta guerra como la diferencia entre una autocracia y una democracia. Rusia solo tiene que retener lo que tiene. Ucrania tiene que contraatacar para recuperar lo perdido. Por eso las maniobras de retirada son tan arriesgadas (p. 8).
El desgaste se convirtió en una palabra tabú tras la guerra de Vietnam. La maniobra se elevó entonces a la forma virtuosa de la guerra. Presentar desgaste y maniobra como opuestos se basa en una premisa falsa, ya que fuego y movimiento son complementarios a nivel táctico (p. 8).
El desgaste tiene sentido donde el terreno importa y donde el enemigo está dispuesto a comprometer fuerzas en patrones de lucha que las agotan. El desgaste es un medio para un fin: en el plano estratégico para agotar al enemigo y en el táctico para permitir la maniobra (p. 9).
Los errores de los analistas antes de febrero de 2022 tuvieron consecuencias políticas graves. Su pesimismo sobre las posibilidades de Ucrania restringió el apoyo militar occidental y aún hoy condiciona que Ucrania pueda recibir el apoyo que necesita para derrotar a Rusia (p. 13)
En el informe se califica a los errores cometidos por los expertos y analistas en la materia como «egregious», es decir, «atroces», «flagrantes» (p. 14). Esos mismos analistas siguen siendo considerados autoridades de referencia a pesar de su atroces errores cometidos.
«Entre 10 y 20 analistas dominaban la comunidad como los más citados y destacados, recibiendo regularmente peticiones para informar a gobiernos y agencias de inteligencia. El consenso era amplio y mutuamente afirmativo entre esta comunidad» (p. 17).
Los analistas evitaban abordar el efecto de la corrupción en el ejército ruso. Los análisis previos a febrero de 2022 evitaban casi por completo la palabra «corrupción». En cambio, se utilizaba mucho más a menudo para referirse a los puntos débiles del ejército ucraniano (p. 23).
Los analistas ignoraron en general el sistema logístico ruso, que en muchos aspectos fracasó durante la inicial invasión a gran escala de Ucrania (p. 23).
Se escribió relativamente poco sobre el ejército ucraniano, principalmente para subrayar sus limitaciones, su incapacidad para defender al país y su inferioridad frente a los equipos y armas rusas (p. 26).
Los debates sobre Ucrania se centraron en resaltar su debilidad frente a Rusia: su desunión, su corrupción y su falta de voluntad de resistencia. Referencias a sus puntos fuertes —Revolución de la Dignidad, guerra del Dombás, etc.— raramente se tuvieron en cuenta (p. 26).
El informe señala que es prácticamente imposible encontrar un especialista en Ucrania entre los analistas que escribían sobre estos temas antes de la invasión. La comunidad analítica estaba constituida principalmente por expertos en política rusa (pp. 28-29).
Sobre la guerra del Dombás, estos analistas subrayaban los éxitos rusos al inicio de la guerra como indicadores de la creciente eficiencia militar rusa. Por lo que sea, las mejoras ucranianas a partir de 2015 solían desempeñar un papel escaso en sus análisis (p. 33).
«Los analistas demostraron poca humildad sobre su capacidad para predecir el resultado de las operaciones de combate, lo que constituye, de hecho, una de las características más sorprendentes de estas evaluaciones» (p. 38).
La comunidad analítica no se limitó a transmitir una imagen de una Ucrania sin posibilidades frente a una invasión rusa, sino que fue más allá y, en ocasiones, argumentó específicamente en contra de armar a Ucrania con armas y capacidades avanzadas (p. 40).
«Así, la comunidad analítica creó un círculo vicioso respecto a la ayuda militar a Ucrania. Los analistas decían claramente a los políticos que Rusia era tan fuerte y Ucrania tan débil que las naciones no debían ayudar a Ucrania para compensar su debilidad» (p. 41).
Eliot Cohen dice que hubo dos aspectos que a él y a O'Brien les llamaron la atención al comenzar el proyecto: primero, que los análisis de los expertos estaban tremendamente fuera de la lugar; y segundo, que se emitían con extrema certeza (a partir de 2:36).
También dice que han preferido dejar el factor personal fuera, por eso no dan nombres de ningún experto en particular en el cuerpo del texto (solo en las referencias finales). Pese a todo, dice que han analizado artículos, pódcasts e incluso tuits para realizar el informe.
A O'Brien le sorprende que ninguno de estos análisis tuviera en cuenta el punto de vista del historiador militar. Los analistas se aventuraban a afirmar con rotundidad que Ucrania duraría horas, días o semanas, sin tener en cuenta el factor de incertidumbre de todas las guerra.
Cohen reconoce que sus juicios previos a la invasión estaban equivocados en varios aspectos, en muchos de ellos. Se propuso entonces reexaminar sus suposiciones. Le sorprendió ver que muchos expertos a su alrededor no lo hicieron (11:46).
Dice Cohen que casi ningún analista tuvo en cuenta la opinión —por lo general, más optimista respecto a las posibilidades de resistencia de Ucrania— de los entrenadores militares británicos, canadienses y estadounidenses sobre el terreno. Simplemente, los obviaron (16:33).
Cuando se quebró el «sueño» de los analistas de una guerra rápida, comenzaron a evidenciarse los errores en sus análisis. Contra sus suposiciones y creencias, el Ejército ruso no era capaz de sostener una guerra a gran escala como la guerra de Ucrania (a partir de 18:34).