Off Topic Hilo del seguimiento del conflicto entre Ucrania y Rusia. Año 3 Y 4

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Asesinos de ciudades: así es el avance ruso sobre Ucrania​

Cientos de poblaciones desaparecen del mapa pulverizadas sistemáticamente por la llegada de las tropas de la Z

Edificio de viviendas destruido en Izium por una bomba de aviación.

Edificio de viviendas destruido en Izium por una bomba de aviación.ALBERTO ROJAS


https://www.elmundo.es/autor/alberto-rojas.html
Alberto RojasPokrovske (Dnipropetrovsk)
Pokrovske (Dnipropetrovsk)

Antes de este verano de 2025, las calles de Pokrovske (región de Dnipropetrovsk) mostraban vida, comercio y movimiento. Alrededor de su pequeña plaza triangular, donde hace décadas colocaron un caza Mig21 soviético alzado como monumento, había un concurrido mercadillo y se abría la calle principal, llena de restaurantes, tiendas y al menos un gran centro comercial. Al medio día, esta población de unos 10.000 habitantes era un hervidero de gente.

Pasamos cuatro meses después y nos encontramos en la entrada al pueblo con la gasolinera bombardeada, una de cada tres casas destruidas, coches quemados en sus calles y tres tenderetes con algunas frutas y hortalizas en lo que había sido el corazón de la ciudad. El centro comercial es un amasijo de hierros negros y retorcidos, mientras que los restaurantes y tiendas de ropa militar han cerrado.
En una hora de presencia en el pueblo, sólo nos cruzamos con seis o siete personas. «Los llamamos ‘los que esperan’. Son personas mayores, nostálgicos de la URSS que creen que Rusia sigue siendo un país socialista», dice un soldado ucraniano que trata de cargar su móvil en algún lado.

El caso de Pokrovske se repite a lo largo de 800 kilómetros de frente de guerra, desde la región de Jersón, en la desembocadura del río Dnipro, hasta Sumy, en el norte de Ucrania. Rusia no sólo acaba con la vida de civiles en su lento avance: lo que mata sistemáticamente son sus ciudades. Pokrovske ha perdido a casi todos sus vecinos, que han huido de las bombas rusas. Ya no hay luz ni agua ni calefacción. Conforme se vayan acercando las tropas de la Z, que en el momento de la visita estaban a unos 10 kilómetros de distancia, no podrán resistir ni siquiera aquellos que las esperan para pasar al otro lado.

Varios vecinos venden algo de comida a los últimos habitantes de Pokrovske.

Varios vecinos venden algo de comida a los últimos habitantes de Pokrovske.ALBERTO ROJAS

«Rusia no desea conquistar ciudades, sino destruirlas», nos cuenta un comandante ucraniano encargado de esta zona del frente. «Bombardean sistemáticamente hospitales, tiendas de comida, la escuela, la estación de ferrocarril... Así van destruyendo poco a poco la vida hasta que crean un desierto civilizatorio, un lugar donde ya es imposible vivir», dice, mientras señala en la calle donde han ido cayendo las bombas guiadas que lanza la aviación rusa cada día en tres oleadas diferentes.

A vista de satélite​


A vista de satélite, el avance ruso desde 2022 muestra una enorme cicatriz en la tierra de muchos kilómetros. En ella se encuentran decenas de urbes muertas cuya población es cero o cercana a cero. Avdivka, Toresk, Ocheterine, Chasiv Yar... Las ciudades que fueron liberadas por Ucrania en otoño de 2022 han recuperado cierta vida, como Izium o Jersón. Pero las que caen del lado ruso permanecen muertas. Tan solo Mariupol ha recibido fondos para su reconstrucción en una operación propagandística de rusificación que reconstruyó algunas zonas de la ciudad, una población, por otra parte, que multiplicó sus fosas comunes para meter a los 16.000 civiles ucranianos masacrados en aquella sangrienta conquista.

Bajmut, una población de unos 70.000 habitantes, fue tomada en 2023 por los rusos a sangre y fuego tras meses de combates. Fue destruida hasta los cimientos y el coste de tal operación fue de unos 40.000 mercenarios de Wagner, sin contar con los soldados rusos. Hoy sigue en ruinas y sin poder albergar población. Lo mismo sucede con Sverodonetsk, Horlivka, Soledar o Vuhledar, ciudades de las que sólo queda el nombre.

Las crónicas de la época cuentan que los rusos tuvieron problemas para encontrar un solo edificio en pie en Grozny, la capital de Chechenia, tras haberla bombardeado completa en la segunda guerra contra la república en 1999. Algo así sucede hoy en estas poblaciones.

Borrados del mapa​


Según las autoridades ucranianas, algunos núcleos urbanos han sido «borrados del mapa». Por ejemplo, la ciudad de Popasna fue «eliminada» tras los combates intensos y la retirada del ejército ucraniano en 2022. Otras localidades como Marinka son hoy consideradas «ciudades destruidas» y «desiertas», ya que su población es cero tras pasar por allí el ejército ruso.
Un coche usado por el ejército ruso, destruido en Velika Olexandrivka (Jersón)

Un coche usado por el ejército ruso, destruido en Velika Olexandrivka (Jersón)ALBERTO ROJAS

Hay muchos casos de ciudades o pueblos evacuados que no han vuelto a ocuparse. Toda la franja norte, fronteriza con Rusia, permanece vacía. Miles de familias salieron de lugares como Vovchansk, Petropavlivka o Liman para no volver. Un informe de daños al 2024 señala que en una «cantidad significativa» de ciudades y pueblos cercanos al frente, más del 50 % del parque residencial ha sido dañado o destruido.

La Federación Rusa no posee una doctrina oficial que ponga el foco explícitamente en «cómo destruir ciudades enemigas», pero sí existe un patrón doctrinal, histórico y operativo, reconocido por analistas occidentales, la ONU y organizaciones de derechos humanos, que describe cómo Rusia combate en zonas urbanas cuando quiere doblegar, vaciar o inutilizar una ciudad enemiga. Los ejemplos van desde la citada Grozny hasta Alepo, en Siria o Mariupol, en Ucrania.
Su lógica no es «conquistar una ciudad optimizando daños» -como hace el enfoque de la OTAN- sino doblegar la defensa destruyendo sistemáticamente la capacidad de resistencia, aunque eso implique devastación masiva. El objetivo es forzar la rendición, vaciar la ciudad y quebrar la moral del adversario.

El primer paso es golpear el suministro de agua, electricidad, calefacción, los hospitales y las telecomunicaciones. El segundo objetivo es cortar rutas de abastecimiento, rodear parcialmente o totalmente el perímetro, atacar carreteras de entrada y evacuación, depósitos de combustible y puentes. Así se crea un entorno inhabitable para acelerar la evacuación civil.

La última fase es destruir los edificios civiles. Rusia prefiere «destruir antes de asaltar», lo contrario de la doctrina occidental que intenta preservar la infraestructura.
Una estatua protegida por sacos terreros, en el centro de Huliaipole, región de Zaporiyia.

Una estatua protegida por sacos terreros, en el centro de Huliaipole, región de Zaporiyia.ALBERTO ROJAS

Para ello usan artillería de tubo y cohetes (de tipo Grad, Smerch y Uragán), con ataques continuos a barrios enteros para arrasar fortificaciones y edificios altos. La ONU, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la OSCE consideran muchos de estos patrones como posibles crímenes de guerra, ya que suponen ataques indiscriminados que no distinguen entre civiles y militares y violan el derecho internacional humanitario, especialmente cuando los bombardeos afectan a objetivos sin valor militar alguno.

Crímenes de guerra​


«Las fuerzas rusas han cometido crímenes de guerra generalizados, incluidos ataques indiscriminados contra zonas residenciales y hospitales», afirma HRW en su informe de 2025. «Los ataques ilegítimos contra áreas residenciales buscan sembrar el terror entre la población civil», denuncia Amnistía Internacional. «La Federación Rusa ha llevado a cabo ataques indiscriminados y desproporcionados que apuntan a infraestructura civil crítica», denuncia la Comisión de la ONU para Ucrania.

En unos días comenzará otra batalla por una ciudad destruida: Huliaipole, en Zaporiyia. Este reportero estuvo en 2024 y apenas quedaban unos cuantos ancianos en varios sótanos malviviendo con hornillos de gas y chimeneas de leña. En uno de ellos se habían juntado seis alcohólicos que fueron expulsados de otros refugios. El resto de la ciudad estaba arrasada. Sólo llegaba comida gracias a una ONG. No había mercado y una vez a la semana acudía un médico y un peluquero para atender a la gente. Ahora, con los rusos a las puertas, sin poder ya circular por la carretera, la esperanza para sus habitantes es nula.
Rusia ha avanzado unos 35 kilómetros en algunos puntos del frente en el último año, pero conquista sólo las ruinas que va dejando atrás.

 
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