Ucrania detiene a uno de sus pilotos de F-16 por espiar para Rusia
Este comandante, que era instructor de vuelo, enviaba información crítica a Moscú como coordenadas y planes de ataque. Enfrenta una cadena perpetua por alta traición.
La profundidad de la penetración de espías rusos en el Estado ucraniano sigue siendo un desafío diario para Kiev. Moscú llegó a infiltrar incluso a dos agentes durmientes en el círculo de seguridad que debe velar por la protección del presidente Zelenski. Este jueves Ucrania desveló su último hallazgo: uno de sus pilotos de élite, formado para pilotar cazas occidentales F-16 y Mirage 2000
enviaba información clave al enemigo sobre posiciones de las bases y ubicación de aviones, de gran valor para mantener lejos a los bombarderos rusos.
Este oficial no identificado, instructor de vuelo con rango de comandante, está acusado de ayudar a Rusia a realizar ataques aéreos proporcionando coordenadas y
sugiriendo incluso tácticas de ataque para eludir las defensas antiaéreas ucranianas. El país tiene unas 30 unidades de estos aviones y espera que lleguen más en los próximos meses.
Según el SBU, la oficina de seguridad de Ucrania, este piloto llevaba meses trabajando en secreto para Rusia y fue sorprendido en el momento de enviar una nueva remesa de datos. Según esta misma fuente, este piloto, al que califican como «el traidor» y cuya identidad permanece velada en las fotos publicadas,
se enfrenta a la cadena perpetua por las leyes militares ucranianas.
Este piloto se une al coronel Dimytro Koziura, jefe de la unidad antiterrorista de la SBU, que fue arrestado
hace cinco meses acusado de pasar información militar clave a Moscú. Desde el inicio de la invasión en febrero de 2022, el SBU ha lanzado más de 3.200 casos de traición estatal, destacando la amplitud del problema de espionaje interno. Adolescentes reclutados por el FSB representan una gran amenaza del espionaje que combina sabotaje e infiltración local. Además, Ucrania enfrenta un gran problema con los informantes prorrusos en el Donbás, que suelen señalar objetivos militares a las fuerzas de ocupación.
Mientras,
Rusia sigue su campaña de terror indiscriminado hacia los civiles ucranianos. Anoche, la respuesta del autócrata ruso Vladimir Putin al ultimátum de 10 días de Donald Trump fue una nueva ración de muerte y destrucción sobre Kiev: en un ataque combinado de más de 300 drones y varios misiles balísticos Iskander, el bombardeo dejó 11 muertos y 135 heridos, con al menos seis niños de corta edad entre los fallecidos.
Los objetivos,
como suele ser habitual, son edificios de viviendas por toda la ciudad.
Algunos de ellos fueron derribados por completo. Mientras que los servicios de rescate sacaban a los vecinos entre los cascotes, el Kremlin siguió repitiendo su cínica propaganda: «Rusia no ataca a civiles».
Como contraste con esos ataques, cada vez es más común que Ucrania use sus propios drones contra objetivos militares e industriales dentro de la propia Rusia. Ayer, 90 aparatos no tripulados detonaron su carga en diferentes puntos de Rusia, como la fábrica Signal de Stavropol de electrónica militar. Ucrania publicó ayer que está en la última fase de desarrollo de sus propios misiles balísticos con capacidad de llegar a la Rusia profunda.
En este nuevo ataque se ha usado por primera vez la versión a reacción del infausto dron Shahed 136 de origen iraní que los rusos rebautizaron como Geran. Ahora, con su pequeño motor a reacción, el aparato vuela más alto y más rápido, lo que hará más difícil su intercepción. En principio sólo han utilizado un puñado de estos modelos, pero se espera que su producción
se multiplique gracias a una economía totalmente al servicio de la invasión.
Para justificar la matanza diaria, la agencia oficial rusa Ria Novosti publicó ayer un artículo llamando a la muerte de los ucranianos, titulado No hay otra opción: nadie debe permanecer vivo en Ucrania, que no deja demasiado espacio al matiz. También programas en el prime time de la televisión pública rusa suelen hacer este tipo de llamadas al exterminio de la población ucraniana.
La mano muerta
En el mismo tono amenazante lleva años expresándose el vitriólico ex presidente ruso Dmitri Medvédev,
que ha ido a chocar con Trump por su ultimátum a Rusia. En su último intercambio, el presidente de EEUU le llama «presidente fallido» mientras que
Medvédev le cita «la mano muerta», una amenaza nuclear nada velada que hace referencia a ese sistema zombi que garantiza la represalia rusa ante un ataque atómico sin que medie la intervención humana.
El tiempo corre y, como era de esperar, Moscú no afloja ni contempla ninguna de las opciones que pasen por un alto el fuego o detener su invasión. Toda Ucrania está a la espera de comprobar, en siete días que restan, el verdadero castigo que la Casa Blanca propone para Rusia y para aquellos países que comercien con su gas y su petróleo.