Ucrania todavía tiene existencias de armas estadounidenses que se le están transfiriendo después de las decisiones tomadas en los últimos días de la administración de Joe Biden. Y, por ahora, Occidente considera que es capaz de luchar contra la invasión rusa durante algún tiempo más. El ministerio de Defensa del Ucrania estima que el 20% de sus armas provienen de Estados Unidos, en comparación con el 55% de su propia fabricación y el 25% de Europa. Pero las armas estadounidenses tienden a ser de mayor calidad y sofisticación tecnológica.
Londres y París, según recoge la prensa británica, tienen poco o ningún interés en colocar fuerzas europeas en el este de Ucrania, donde podrían ser atacadas en caso de provocaciones rusas, lo que refleja la política de los tres años anteriores de garantizar que no se produjera una escalada de la guerra hacia enfrentamientos entre la OTAN y Moscú.
Londres y París estarían presionando para que Washington proporcione cobertura aérea a fin de neutralizar misiles balísticos y otras amenazas, así como activos para inteligencia y vigilancia, capacidades de las que Europa carece. Esas operaciones podrían tener su base en Polonia y Rumania.
El plan de una "fuerza de paz" surge en medio de la preocupación de que Europa tendría dificultades para reunir suficientes tropas terrestres para impedir que Putin organice un futuro ataque contra Ucrania. Una fuente del ejército británico asegura que el Reino Unido podría desplegar un ejército de unos 20.000 hombres, aunque los analistas creen que eso es poco realista.
Ben Barry, del IISS, recalca que el Ejército británico, que se espera que se reduzca a menos de 70.000 este año, podría enviar una brigada blindada de hasta 12.000 tropas durante solo un año. Tendría dificultades para enviar un regimiento completo de tanques y otros equipos porque "se han enviado muchas piezas de repuesto y municiones a Ucrania". El Reino Unido tampoco podría enviar cañones de artillería autopropulsados ligeramente blindados, conocidos como AS90, porque ya habían sido regalados a Kiev.
Además de los desafíos logísticos que implica reunir una fuerza terrestre de tal magnitud, los jefes militares británicos temen que el despliegue en el este exponga a sus tropas a posibles ataques. Existe inquietud de que una ofensiva rusa contra las fuerzas europeas pueda escalar el conflicto, desatando una guerra más amplia, un escenario que todos los países buscan evitar a toda costa.