La F1 además de ser un deporte del motor, es un espectáculo. Un monoplaza de fórmula 1 es un mundo aparte en el tema de la competición sobre 4 ruedas, tanto en prestaciones, como en velocidad, como en revoluciones de los motores, etc. Este es el motivo por el que muchos espectadores pagan religiosamente las carísimas entradas que cuesta verlos en directo en los circuitos. Si se quita uno de los ingredientes más importantes de esas sensaciones que recibe el espectador al verlos en directo, como es el ruido, eso va a repercutir de una manera directa en la taquilla de las entradas, ya que muchos espectadores se van a desmarcar de ver un espectáculo descafeinado. Es como si de repente en el número de los leones del circo, los leones aparecen con un bozal.
Recuerdo la primera vez que vi una carrera de F1 en directo en Montmeló en los años 90, todavía corrían los Ferrari con el motor V12. Ese ruido ponía los pelos de punta... y a día de hoy los sigue poniendo. Es un ruido que se asocia inequívocamente a los fórmula 1. El ruido de los F1 actuales parece sacado de una película de Fast to Furious.