PANDEMIC Topic El confinamiento trae experiencias personales a portada

Tema en 'Foro General BMW' iniciado por Bimmer, 11 May 2020.

  1. Bimmer

    Bimmer Clan Leader

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    A falta de poder hacer nuestro trabajo probando coches, dejamos algunos artículos sobre cosas más personales. Creo que lo podréis disfrutar porque su lectura es amena.

    Hoy mis compañeros han publicado en portada este artículo, y Javier, "el jefe", otro similar en su blog, porque se ha ido por los cerros de Úbeda explayándose al teclear... :LOL: Os copio y pego enlaces y textos, aunque ya os adelanto que sólo Javier ha elegido un BMW como coche favorito, y ni siquiera es actual... :chulo:

    Ese os lo copio en el segundo post del hilo.

    Aquí el enlace, por si queréis comentar en el propio blog:
    https://blogs.km77.com/engendromecanico/el-coche-preferido-de/


    «El coche preferido de…»

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    por E. Calle - 11 mayo, 2020 - 14 Comentarios - categorías: Coches

    En esta entrada, los redactores de km77.com elegimos nuestro coche favorito entre los que hemos probado en los últimos años. Ese que tendríamos si el único requisito fuera disfrutar con él al volante.

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    Alfonso Herrero

    De pequeño, mi coche fetiche era el Ferrari Testarossa. Hablo de aquel tiempo en que prácticamente me sabía el listado de precios que publicaba Motor 16, cuando el Testarossa costaba 24 millones de pesetas. Pero con el paso de los años, tras mucho conducir coches de todo tipo, me he dado cuenta de que disfruto más por el campo que por carretera. Me convencí cuando haciendo esto disfruté mucho más que con esto otro. Por eso, si algún día pudiera comprarme un capricho con ruedas, sería un Jeep Wrangler.

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    Un JL, la última generación del Jeep Wrangler.

    Por el año 2001 conduje uno por primera vez. No era un Wrangler normal, era una versión reformada con unos neumáticos enormes. Tan enormes que, con los desarrollos de la caja de cambios de cuatro velocidades (¿o era la de tres?) de serie, su motor de cuatro litros a duras penas podía ponerlo a 120 km/h.

    Ya en km77.com he podido conducir y probar a fondo varios Wrangler. Con el primero, descubrí que era un «botijo» en carretera. Torpón hasta decir basta, con una dirección imprecisa que obligaba a estar corrigiendo la trayectoria sin parar. Recuerdo cuando iba hacia Zaragoza con él por la autovía. La noche o el día anterior había llovido mucho y desde el coche veía los caminos de los campos anexos a la carretera encharcados. Sobre el kilómetro 180, a la altura de Santa María de Huerta, no aguanté más y me salí del asfalto para chapotear…hasta que vi una zanja. Era profunda, con hierbajos. El diablo que apareció sobre mi hombro derecho me jaleaba para cruzarla con el coche; el ángel, en el izquierdo, insistía en que no hiciese el imbécil, que anochecía y no era el momento de quedarse enganchado. Y claro, ganó el de rojo. Avancé lentamente, ya había engranado la tracción total (que es solidaria, sin diferencial central) y boqueado el diferencial trasero; la rueda derecha fue la primera en entrar en el agujero. Lo hizo más de lo que pensaba. Pasó lo mismo con la izquierda. La zanja era más profunda de lo que parecía y el Jeep se quedó clavado de morro. Utilizando todos los recursos disponibles —bloqueo del diferencial delantero y desacoplamiento de la estabilizadora de ese eje— bastó con ser suave con el acelerador para que el Wrangler saliese de la trampa. Y en ese momento supongo que me enamoré de él.

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    Disfrutando por el barro con un JK.

    Con los años el Wrangler ha ido mejorado (todas las informaciones del Jeep Wrangler publicadas en km77), pero sigue siendo un «hierro» en el asfalto. No es un buen coche como único vehículo familiar si va a usar para viajar, ir al cole y a la compra. Cualquier coche actual te lleva de A a B con más confort. Con el Wrangler no basta apuntar con el volante para que vaya por donde quieres, hay que anticiparse en los giros, estar pendiente de sus reacciones. Es un coche que hay que conducir y, para mí, eso es también parte de su encanto.

    Otra cosa que me gusta del Wrangler es que se puede quitar el techo. Inicialmente sólo se podía si tenía el de lona. Más tarde, Jeep introdujo uno rígido que se puede desmontar por partes; no es un sistema cómodo, pero tiene las ventajas de un techo duro en un coche descapotable. Ya, en la última generación, existe un techo rígido cuya parte superior es una lona que se puede recoger y colocar pulsando un botón. Cuesta un dineral y sólo está disponible con el cinco puertas.

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    Un JL de cinco puertas, despojado de estas y sin el techo.

    Durante todos estos años ningún coche me ha quitado de la cabeza el Wrangler. Hasta que he conducido el Ford Ranger Raptor, con el que casi le he sido infiel. Hay otro vehículo que le hace la competencia al Wrangler en mi pozo de los deseos, el Polaris RZR. Obviamente no son comparables, pero jamás he conducido algo tan emocionante, intenso y divertido.

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    Enrique Calle

    Siempre me han gustado mucho los Porsche, especialmente los cupés y los descapotables. Ya me gustaban mucho antes de conducirlos, cuando leía sobre ellos, pero todavía más cuando los empecé a probar. El 718 Cayman, 718 Boxster y, cómo no, el 911 del cual se han escrito millones de páginas. Todos ellos son absolutamente maravillosos por su calidad de conducción, pero también por lo bien que parecen construidos. Mi coche favorito bien podría ser cualquier Cayman (718 o no).

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    Después de muchos años conduciendo «Porsches» entre otros tantos vehículos, un buen día fui a recoger un Toyota GT86 de la gama 2017. Si soy sincero no esperaba mucho de él, puesto que ya había conducido el GT86 de 2012 y no me acabó de convencer por completo. Sobre el papel, ese modelo de 2012 tenía todo para enamorar a un aficionado: un centro de gravedad bajo, tracción trasera, una dirección directa y un peso contenido. Sin embargo algo fallaba en la ecuación y admito que no sé el qué. Del Subaru BRZ no tengo una opinión clara, pues lo conduje muy poco.

    Pero llegó ese GT86 de la gama 2017. Este sí, y definitivamente sí, tenía una especie de magia en su equilibrio. Me hizo disfrutar de la conducción como en mucho tiempo no lo había hecho. Siempre me bajaba de él entusiasmado, aunque hubiera cubierto un recorrido puramente urbano. Lo aparcaba y me giraba a mirarlo; es un gesto indiscutible de atracción. Me permitió disfrutar al máximo de mis habituales carreteras de curvas sin necesidad de ir a velocidades absurdas. Habiéndolo probado en carretera abierta, casi adivinaba lo que podría suceder en un entorno seguro.

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    Días más tarde acudí con el GT86 a la pista donde habitualmente hacemos nuestras maniobras de esquiva y eslalon en vídeo. Ahí también aprovechamos para hacer las fotos que ilustrarían la prueba que publicamos en km77.com. Si alguien viera esas fotos (enlace a la galería), muchas de ellas con el coche cruzado y conmigo dentro mirando por las ventanillas para ver el asfalto que me precedía (¡Hala, exagerado…! :)), podría pensar que soy un piloto bueno. Nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que ese coche te va susurrando al oído lo que va a hacer en cada momento. Como sabes cómo va a responder, sabes lo que tienes que hacer. Como escuchas claramente el chirrido de sus neumáticos antes de que la potencia de frenado los comience a bloquear de verdad, sabes hasta dónde puedes frenar sin que interrumpa el ABS. Y así, con todo. El título de la prueba de este coche (si acaso pusiéramos títulos en km77) podría ser «Toyota GT86 2017 o cuando la comunicación es perfecta». Ese titular también vale para un Honda Civic Type R 2017.

    Hay quien dice que ni agarra ni corre. Y yo digo que no es un coche para quien quiera echar carreras y batirse en un duelo de velocidad puro. Para eso hay otros mejores por un precio similar. Este Toyota GT86 está hecho para transmitir sensaciones puras, de las que añoramos los que aprendimos a conducir décadas atrás, de esas que casi no quedan. Además, es un deportivo utilizable a diario sin que el mantenimiento se dispare porque sus neumáticos son de una gama pensada para durar y porque su consumo de combustible es moderado. Valoro mucho el buen equilibrio entre el disfrute y el coste de hacerlo.

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    Este Toyota me acabó de convencer el día que fui con dos amigos de Madrid a Burgos. No es el coche más cómodo del mundo. Es ruidoso y poco espacioso, pero pudimos hacer un viaje de poco más dos horas con el equipaje de un fin de semana sin mayores problemas. A los pocos días, hubo algo que me «mató» del todo: cuando abatí sus asientos posteriores, quedó una superficie de carga plana y suficientemente larga para poder transportar mi querida bicicleta de ruta con tan sólo desmontar su rueda delantera.

    El Toyota GT86 es —posiblemente— mi coche preferido en la actualidad, aunque siempre he suspirado por un Volkswagen Golf GTI V. Pero, ni uno ni otro sería mi único coche, pues no hay nada como un pequeño 4×4 para disfrutar el barro y la nieve del invierno.

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    Fernando Ríos

    MX-5, Miata o Eunos Roadster, da igual cómo lo llamemos. Todos tenemos su silueta en la mente y sabemos de lo que hablamos. ¿Es mi coche favorito? Sí y no. Como buen amante de los coches, los hay que me llaman la atención muchísimo más, bien por su aspecto (cualquier Porsche 911, pero especialmente el 993), bien por su ingeniería (los DS de los años 70) o bien por una mezcla entre leyenda de la automoción y recuerdos de la infancia (Ford Escort RS Cosworth).

    Siendo objetivos, el MX-5 no sobresale en ninguno de los aspectos que he mencionado, al menos no tanto como lo hicieron en su día los modelos citados. Sin embargo sí que tiene una serie de cualidades que lo hacen un coche especial, una auténtica rareza en un mercado en el que para bien o para mal, la mayoría de los modelos a la venta se conducen parecido y transmiten más bien poco.

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    No es especialmente rápido, lidiar con él en un viaje largo por autopista es de todo menos placentero y el aislamiento acústico del habitáculo es malo. Entonces, ¿por qué me gusta tanto? La respuesta es sencilla: por todo lo demás. Da igual la generación de la que hablemos, con cualquier MX-5, una escapada por una carretera de montaña supone volver a casa con una sonrisa dibujada en la cara, o al menos eso es lo que me ocurre a mi. Y además sin necesidad de circular rápido: el MX-5 es un coche que se disfruta a 60 o a 120 km/h, a 2000 o a 7000 rpm.

    Su relativa sencillez mecánica, junto con el bajo peso y la ausencia de elementos de equipamiento supérfluos dan como resultado una experiencia de conducción directa y pura, casi tanto como la de coches de hace unas cuantas décadas. Cierto es que con el paso de las generaciones (ya van cuatro en casi 31 años), elementos como la dirección han ido «perdiendo tacto», pero otros como el cambio o la instantánea y lineal respuesta de sus motores, siguen siendo toda una referencia.

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    Y todo ello a techo descubierto. Es verdad, los descapotables no son del gusto de todo el mundo y de hecho, en la redacción de km77 tenemos división de opiniones al respecto, pero personalmente me encantan. Sentir el aire al ganar velocidad, escuchar el sonido del motor, del escape e incluso de los neumáticos sin el filtro que supone un techo, hacen que la experiencia de conducción sea aún más intensa y que pase de placentera a sencillamente excepcional.

    Aunque he escuchado cientos de veces aquello de que el MX-5 es un deportivo asequible, no es menos cierto que el precio de partida de uno nuevo (unos 25 600 euros en la actualidad) no está al alcance de todo el mundo. Afortunadamente, la oferta de unidades de segunda mano de generaciones previas a la actual es bastante amplia, unidades que, a poco que estén bien tratadas, cumplirán muy bien con su cometido: hacer que la conducción se convierta en un ejercicio de evasión y diversión.

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    Mario Garcés

    Mis gustos son sencillos si no hay dinero de por medio, y como esto es un ejercicio de suposición en el que no hay límite de precio y sólo hablamos de preferencias, estas son las mías: motor gasolina de seis cilindros atmosférico, cambio manual y el equipamiento necesario para viajar sin agobios, pero no me hace falta nada más allá de un equipo de música que admita conexión a fuentes externas. Me sobra absolutamente toda la parafernalia multimedia, las instrumentaciones que parecen un videojuego o los asientos con masaje. No los echo de menos cuando no los tengo ni pagaría por todo ello.

    Un motor de seis cilindros atmosférico (bajo el capó de un buen coche) suele ofrecer casi todo lo que valoro en sensaciones: sonido, suavidad de giro, potencia, elasticidad y buena relación entre prestaciones y consumo. Más cilindros, por experiencia, implican un gasto proporcionalmente mayor a las ventajas que aportan. Menos cilindros, implican poner en compromiso alguna cualidad de las que he dicho antes. No hay más. Me gustan los eléctricos, pero igual que hay gente a la que le gusta el silencio, la hay a la que le gusta una sinfonía, porque ciertas frecuencias pueden resultar placenteras para el cuerpo humano y las que emite un motor de gasolina, para mí, lo son. Pero no de cualquier motor, claro.



    Hoy en día me resultaría muy difícil elegir un coche nuevo en el que gastar mi dinero. Y recalco lo de coche nuevo. A cualquier nivel, de cualquier precio. No estoy en esa tesitura, afortunadamente. Yo no soy capaz, o no quiero, separar la parte emocional de la racional si tengo que pagar. Un coche cuesta mucho dinero como para no procurar que nos satisfaga lo máximo posible. Y en esa satisfacción entran tantos parámetros como se desee, como cada propietario valore. Yo quiero que me satisfaga su conducción y que lo haga plenamente. Presto mucha atención a ello, le doy mucha importancia y prácticamente ningún coche actual cumple lo que busco. Como no lo cumplen y mi presupuesto no es ilimitado, voy a lo práctico.

    La homogenización de absolutamente todo ha robado los matices que hacen especiales a algunos coches sobre los demás. No hay coches malos, eso ya no existe o es testimonial. Pero dentro de una aparentemente enorme oferta, es casi imposible elegir algo que se salga de la norma. Incluso gastando muchos miles de euros. No me gastaría dinero en un BMW Serie 3, que es un cochazo, porque si quiero optar por el único motor que me gusta de ese modelo, el 340i, tengo que tragar obligatoriamente con la tracción total y el equipamiento M, que no los quiero. Un 330i de cuatro cilindros me parece caro para no tener los alicientes que busco. Me gastaría la mitad y viajaría muy bien con un Mazda 6 o con un Ford Mondeo, porque en lo fundamental me ofrecen lo mismo.

    Igual que la corrección política es una forma de censura extendida en nuestros días que limita la riqueza de cualquier debate, la electrificación y el endurecimiento de las medidas anticontaminación acaban con la diversión. La diversión tal como yo la entiendo, obviamente. Y con esto no hago apología de que haya que aumentar las emisiones. Simplemente constato un hecho. Cuantos más elementos se interponen entre las válvulas de escape y el exterior, peor para las sensaciones. Cuantos menos cilindros, cuantos más aditamentos, igual.

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    Las sensaciones puras se cotizan a 110 870 euros. Ese es el precio de un Porsche 718 Cayman GT4. El coste de reconciliarse con el automovilismo en su forma más placentera y pura. Con los filtros justos y necesarios para cumplir con los estándares de seguridad que hoy en día conocemos y que dentro de treinta años nos parecerán ridículos. Se puede gastar mucho más y no ganar disfrute en la misma proporción y se puede gastar menos y no alcanzar el cénit. Por eso no elijo un 911, ni siquiera en versión GT3. Tampoco me dejaría un solo euro en un 718 Cayman S, porque su cuatro cilindros turbo no me merece tal desembolso. Ni un Lamborghini Aventador me parece mejor en lo fundamental: ofrece mucho más en lo cuantitativo pero no en lo cualitativo (salvo el aullido de su doce cilindros atmosférico, que vale su peso en oro). También me costaría desembolsar los 34 490 euros de un Toyota GT86, que es un coche delicioso de llevar. Ni digamos en cualquier GTI pequeño o mediano del mercado, una vez que han alcanzado potencias descomunales a base de apretar motores pequeños, pero han perdido toda la exclusividad que tenía un simple Volkswagen Golf VR6 o un BMW 323ti. Son matices, pero los matices que, para mí, marcan la diferencia entre lo bueno y lo mejor. No sé si me explico. En el vídeo aparece el día que disfruté en circuito el GT4 durante la presentación en Escocia.

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    Pablo David González

    No sabía bien qué coche elegir para esta entrada, pues hay muchos de muy distinta condición que me gustan. Finalmente, me he decantado por una propuestas asequible, de esas que me podría comprar, el Ford Fiesta ST 2013.

    El día que lo conduje por primera vez no se me olvida, fui terroríficamente feliz a los mandos de este pequeño bólido. Es una de las veces que más he disfrutado conduciendo, en las que más rápido he ido en vía pública y en las que más miedo he sentido. Fue en Niza, por algunas de sus estupendas carreteras de montaña, una mañana, sin tráfico.

    Tan grande era mi nivel de excitación, que llegaba a algunas curvas entregado a un destino fatal, imaginando la trompada que se avecinaba. Pero ahí estaba el coche, ajeno a mis temores, deseoso de recibir órdenes, bien para salir disparado a la siguiente curva, bien para deslizar un poco el culo, lo justo para sentir un cosquilleo en las entrañas.

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    La hora y media de conducción se me hizo minúscula. Y llegó el fin. Me aproximé a la zona donde debía estacionar el coche para su devolución con sonrojo. Recobraba el sentido común y me daba cuenta de lo alocada que había sido la experiencia, pero también de cómo la había gozado. Eso ya no se puede cambiar y nadie me lo puede quitar.

    Obviamente, es susceptible de mejora. Se puede incrementar la potencia del motor, instalar unos neumáticos de mejores prestaciones o una suspensión de mayor calidad. Pero va tan bien de serie, que para qué. Aunque ciertamente digo esto sin tener un Fiesta ST en mi casa. Posiblemente si tuviera uno tardaría poco en bichear por internet para fantasear con qué y cómo podría mejorar esto y lo otro.

    Conque queda claro que este coche me gusta. No hace falta que me enrolle más. Me gusta mucho. Es uno de los mejores tracción delantera que he probado. ¿Mi coche favorito? Probablemente no, pero porque tengo más de uno.

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    Ah y no quiero terminar sin decir que las mismas buenas palabras tengo para el Ford Fiesta ST actual (modelo-año 2018), a pesar de ser tres cilindros y pesar 100 kilogramos más. Ojalá los fabricantes sigan produciendo más pequeños deportivos en el futuro así de divertidos, aunque la cosa no pinta bien en este sentido.

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    Carlos Fernández

    Si tuviera que elegir un coche para disfrutar y el dinero no fuera un problema, compraría sin pensarlo dos veces un «modesto» Mazda MX-5 2.0 SKYACTIV-G de 184 CV por todos los motivos que ya ha contado más arriba Fernando Ríos. O eso decía yo.

    Hace solo algunas semanas, cuando todavía éramos felices y seguíamos sin saberlo, viví una experiencia reveladora al asistir a la presentación internacional de los Porsche 718 Cayman y Boxster GTS 4.0 en el circuito de Estoril y sus alrededores. Pasé los días posteriores con los pelos erizados y la mente obsesionada; esos coches me gustaron una auténtica barbaridad. De entre los dos, elegiría el Boxster porque es descapotable.

    Conduje por primera vez una versión básica del 718 Boxster hace algunos años, cuando Fer lo probaba para km77.com y me lo prestó una tarde después del trabajo. Por aquel entonces había conducido pocos coches «gordos» y pensé que la controversia que había en torno a los nuevos motores Porsche de cuatro cilindros con turbo era una patraña porque ese trasto era una pasada. La realidad es que lo sigue siendo, pero el estímulo que produce el motor atmosférico de seis cilindros y 400 CV del GTS 4.0 no se puede comparar, es verdaderamente memorable. Su respuesta y sus prestaciones emocionan, pero lo más glorioso es el sonido, hueco al ralentí y que evoluciona hasta un aullido desgarrador a medida que sube de vueltas. Te hace sentir como si el maldito coche cobrara vida.

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    Y el motor no es más que el principio, pues en este Porsche no hay casi nada que no sea sublime. El tacto de los pedales, la dirección y el cambio de marchas manual le tiene que poner las pilas a cualquiera, aunque diga que no le gusta conducir. Además, la puesta a punto de la suspensión te permite dar vueltas a un circuito con una eficacia altísima y a la vez consigue filtrar los baches de una forma inexplicable cuando sales a circular por carreteras rotas. Es un producto redondo que se puede utilizar cada día.

    Salvo excepciones, los fabricantes están muy centrados en llenar sus modelos de luces y tecnología, lo que está haciendo que el sector se homogenice y los coches cada vez se parezcan más entre sí. Tanto el MX-5 como este Boxster son bastiones de esa tendencia y quizás por eso, además de por la obvia emoción que se siente al conducirlos, nos gustan tanto. En mi caso, el Boxster GTS 4.0 gana al MX-5, incluso teniendo en cuenta la diferencia de precio, por el simple hecho de que se va a quedar mucho más tiempo instalado en mi cabeza.



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    Última edición: 15 May 2020
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  2. Bimmer

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    Mi coche preferido

    https://blogs.km77.com/teletransporte/mi-coche-preferido/

    por Javier Moltó - 11 mayo, 2020 - 3 Comentarios - categorías: BMW, M3

    Me pide Alfonso Herrero que escriba sobre mi coche preferido*. Me lo pide así por WhatsApp:

    — Vamos a publicar una entrada en el blog con el coche preferido de cada redactor. ¿Te apetece escribir sobre el tuyo?

    — ¿A qué te refieres con el “coche preferido”?

    — El coche que te gustaría tener. A ser posible, de los que hayas probado en tu vida.

    No le pregunto más. El coche que me gustaría tener. ¿Qué significa el coche que me gustaría tener? ¿El coche que más me gustaría tener ahora o el coche que más me hubiera gustado tener en toda mi vida? A mí, lo que me gusta de verdad es no tener. Me gusta no tener, como concepto. Y me gusta no tener coche. Así que la respuesta es fácil. El coche que me gustaría tener es el que no tengo. Es decir, ya lo tengo. No lo tengo.

    Otro problema es que me gustaría tener un coche diferente cada día. Un coche para ir a esquiar, un coche para ir a ver a unos amigos a 20 kilómetros de casa, otro coche para correr carreras de coches en tierra, otro coche para entrar en las ciudades. No tengo un coche preferido. Tengo coches preferidos para diferentes cosas. Muchas veces ni siquiera coches preferidos. Tengo tipos de coches preferidos.

    «Céntrate. Alfonso te ha pedido que escribas sobre tu coche preferido. Ahora estás viejo, o eres viejo, y te gusta no tener, pero no toda tu vida ha sido así. Ha habido momentos en los que sí querías tener. ¿En esos momentos, qué coche de los que has probado querrías haber tenido?»

    Lo que más me ha gustado en mi vida ha sido jugar con los coches. Conozco dos formas primordiales de jugar con los coches: una es participar en carreras. Cualquier tipo de carreras con aparatos con volante. O con motor. Creo que sería feliz participando en carreras de motos, pero mi vida acabaría pronto. Si es en carreras sobre terrenos deslizantes, mucho mejor. Bajo el agua, sobre hielo, en tierra. Es así, porque el terreno deslizante es la otra mejor forma de jugar con los coches que conozco: controlarlos a la máxima velocidad posible (para mis capacidades).

    El problema es que con estas prioridades en la cabeza, o entre las manos, más que de coches preferidos lo que necesito son terrenos de juego preferidos. Si me das un circuito de hielo para jugar, el coche que me des es secundario. Si la carretera está nevada, me lo paso de maravilla con una furgoneta capaz de cargar tres toneladas y media. Si nos das coches iguales a tres o a cuatro, o unos karts de pacotilla, disfruto como un niño pequeño.

    Así que sigo sin resolver la cuestión. Pienso en todos los coches que he probado y me acuerdo de máquinas increíbles. El Tesla que está en el garaje, sin duda. El Porsche 918 que conduje en el circuito Ricardo Tormo y por la ciudad de Valencia, de tantos y tantos Porsche que he conducido, que hace muchos años daban miedo, pero que ahora son máquinas perfectas. Incluso demasiado perfectas. Del Ferrari F40. Del Renault 5 MaxiTurbo con el que corría Carlos Sainz. Del BMW Serie 7 que conduje en el año 91 o 92, que fue la primera berlina grande que conduje que no era una ballena. Al contrario, era una delicia por cómo entraba en las curvas.

    Y aparte de esos coches que me impresionaron por un motivo o por otro, están los momentos especiales. Ese cambio de marchas que funciona especialmente bien, el Honda Civic actual que tal como lo entregan podría servir para participar en rallies, el primer frenazo con ABS en el que notas que el sistema ha frenado mejor que tú, el primer volante regulable en profundidad y ese asiento maravilloso que te recoge y sujeta y resulta comodísimo.

    «Que sí, Javier. ¿Pero cuál es el coche que te gustaría tener?» Lo sé, lo sé. Tengo que decir un coche. Y yo sé que hay uno. No es ni el más potente, ni el más eficaz, ni el más mítico. ¿Qué coche puede haber más mítico que el Ferrari F40? Pero estoy pensando, porque puede que se me olvide alguno y… me cuesta mucho decir el coche que me gustaría tener.

    Mi primera presentación de coches.

    Una semana después de empezar a trabajar en una revista de coches, el director me dijo que tenía que ir a una presentación. Bueno, mejor a dos. La primera fue de una furgoneta. Una IVECO TurboDaily en Sevilla, donde nos contaron en una presentación técnica larguísima los motivos por los que, mediante una inyección por fases, habían sido capaces de desarrollar un motor Diesel de inyección directa de tan baja cilindrada. Era el año 1986. Algún periodista, para mí en aquella época eran semidioses, me comentó lo tediosa que había sido la presentación, que a mí en cambio me supo a gloria. Aprendí más de motores en aquel ratito que en toda mi vida anterior, y mira que había pasado tiempo leyendo y estudiando sobre motores.

    Avión de regreso a Madrid y a la mañana siguiente viaje a Italia. Aterrizamos en Pisa, si no recuerdo mal, en un avión privado que salía desde Múnich. Sobrevolamos los Alpes en una tarde de temporal en lo que me contaron que fue un vuelo pavoroso. Yo no me enteré, porque como es buena costumbre mía me dormí antes incluso de que el avión hubiera despegado. En aquella época no tenía la experiencia de volar que tengo ahora, pero soy como los niños cuando los suben a un coche. Me suben a un avión y me duermo. En aquella ocasión, entre otros motivos, porque me había pasado buena parte de la noche escribiendo la información de la Iveco TurboDaily.

    Me desperté sobresaltado porque me di con la cabeza en el techo en uno de los saltos, sin saber dónde estaba, hasta que me fui recomponiendo y vi a varios de mis acompañantes lívidos, sentados erguidos y mirando al frente, en los sofás de aquel avión que estaban situados en los laterales, unos enfrente de otros. Uno me levantó la ceja cuando lo miré, todavía aturdido.

    Del aeropuerto nos llevaron a un hotel cercano, a las termas de Montecatini, y de allí, a la mañana siguiente, a la conferencia de prensa y a la prueba de los coches. En esta segunda conferencia de presentación yo iba ya dispuesto a absorber todo lo absorbible. Cuatro válvulas por cilindro, carter tabicado, cuatro cilindros y, según mi memoria, 180 caballos de potencia. (Eran 200 CV, pero mi memoria recuerda, no sé bien por qué, que en aquella presentación nos dijeron que eran 180 CV)

    Había amanecido lloviendo. El coche era un tracción trasera. El más potente de todos los coches que había llevado yo nunca. Eso no era difícil. Pero no era sólo el coche más potente. Tenía casi el doble de caballos del siguiente coche más potente que había llevado yo hasta esa fecha. Y tenía que probarlo y contar sus reacciones y explicar cómo iba a lectores ávidos de caballos y reacciones, potencia y aceleración. En aquella época y en aquella revista las pruebas de coches no tenían nada que ver con lo que hacemos ahora en km77.com. En aquella época, cuando hablabas de un coche, hablabas del motor y de la respuesta en curva. Y de que cuánto más rápido consiguiera pasar por una curva, mucho mejor. ¡Qué tiempos! Nada más que eso. Y nada menos.

    Llovía. Nos habían dicho que los coches los íbamos a probar en equipos de dos periodistas por coche y yo estaba asustado. 180 caballos de potencia, tracción trasera (en aquella época no había ni sistemas de control de tracción, ni control de estabilidad, ni nada de nada. El ABS sí existía, pero en España no lo llevaba ningún coche, o casi ninguno). Además, yo no conocía a nadie. A algunos periodistas los conocía de haber leído, mientras soñaba que era yo el que conducía, sus pruebas en revistas. Nada más. Mi intención era pasar desapercibido, que se metieran todos en sus coches, que desaparecieran, y que si había algo de fortuna quedará un coche para mí, para poder ir a mi ritmo. En aquella época, yo pensaba que de los periodistas de coches el que conducía más despacio conducía por lo menos como Walter Rörhl.

    Mientras tenía la esperanza de encontrar hueco para desaparecer bajo mi sombra, se me acerca un chico más o menos de mi edad, amable, y me dice: “Tú eres nuevo, ¿verdad? Me gusta tu revista. No tengo pareja. ¿Vienes conmigo?” Ese chico joven, tan joven como yo, sigue siendo amigo mío y sigue siendo tan joven como yo. “Sí. Muchas gracias. ¿Conduces tú?”. “Sí, al principio sí, si quieres. Luego cambiamos a mitad de recorrido, para que conduzcas tú también.” “De acuerdo, gracias”

    Nos acercamos a los coches, todos de color azul oscuro si no recuerdo mal, carrocería berlina, tres puertas. Nunca había estado en un coche construido con tanta calidad. Un ajuste tan perfecto, un sonido tan sobrio al cerrar la puerta, unos asientos tan duros y que recogían tan bien.

    Me subo al lado de mi ahora amigo y no le pierdo ojo. Cambio de cinco marchas, la primera hacia atrás y las otras cuatro en H. Mete la llave como la metemos todos, la gira como la giramos todos, pone la primera tirando hacia él y hacia atrás y suelta el embrague y acelera un poco para salir como hacemos todos. Me relajo un poco. Conduce normalmente, sin estridencias, en carreteras más bien rápidas, con curvas que no permiten florituras. Sobrio, perfecto. Me tranquilizo. Así también sé conducir yo, pensaba, hacia mí. A la vez, me moría de ganas de sentarme al volante y a la vez me daba miedo no saber hacer eso que mi ahora amigo hacía con tanta facilidad. Era un coche de 180 caballos, o quizá 200 :), tracción trasera y es verdad que yo había aprendido a conducir en un tracción trasera, pero entre el Seat 850 en el que yo había aprendido a conducir y aquel artefacto había un trecho.

    Finalmente, mi amigo, en aquel momento periodista desconocido, detiene el coche en un lugar seguro y me dice: “Te toca”.

    Esa operación que ahora me resulta tan habitual, de abrir la puerta del lado derecho, bajar, pasar por detrás del coche orillado en una carretera cualquiera y subirme por el lado del conductor, se me hizo eterna. Las piernas no me temblaban tanto como el día en el que me examiné de conducir, que me temblaban tanto que no podía controlar el embrague, pero casi.

    En aquella época, lo de ponerse el cinturón de seguridad en la vida cotidiana no era tan corriente y de hecho en la primera sesión de fotos que hice para esa revista aparecía sin el cinturón de seguridad puesto. Me lo advirtió el director: “Hay que ponerse el cinturón de seguridad”. Desde aquel día, siempre más. Hace ya casi 35 años.

    Me subo por la puerta del conductor, me pongo el cinturón de seguridad, giro la llave con el pedal del embrague apretado, pongo primera y salgo como un reloj. Todo perfecto. Casualidades del destino, me tocó conducir por una carretera estrecha, con la línea pintada entre los dos carriles y un asfalto deslizante bajo la lluvia, pero con un nivel de agarre suficiente. Paso por la primera curva con mucho cuidado, por la segunda con un poco menos y al pasar por la tercera el coche ya desliza suavemente del eje posterior cuando acelero a la salida. Un poco de contravolante mientras acelero con suavidad, en una cruzada leve pero deliciosa para mis sentidos. Sin necesidad de correr mucho, es más, a un ritmo más bien pausado, pero apoyando bien el coche y acelerando con suavidad el coche se cruzaba con una facilidad pasmosa curva tras curva. No me lo podía creer. ¡¡¿Era esto conducir un tracción trasera?!!

    La carretera era mágica. La combinación de asfalto mojado, con poco agarre pero muy uniforme, curva tras curva, un cambio de marchas rápido y preciso que ayudaba a entrar en todas las curvas el régimen perfecto del motor, que subía hasta casi 7.000 rpm de un tirón, y un coche que se dejaba conducir como si fuera la mejor pareja de baile, me dejó anonadado. Era mi primera vez. Había visto coches cruzados y derrapando miles de veces en fotos de carreras. Yo había cruzado algún coche alguna vez con el freno de mano en una curva. Pero. Un coche cruzado, curva tras curva, sin el menor descontrol, a un ritmo suave, relativamente, hablando con mi vecino desconocido como si fuera por el patio de mi casa… No me ha vuelto a ocurrir nunca más.

    [​IMG]
    BMW M3

    Una vez, en la presentación del BMW 323ti Compact, en carreteras de Almería, otro día también lloviendo, tuve sensaciones parecidas. Sí. El Compact también se conducía de costado con mucha facilidad, pero nada que ver con la suavidad y docilidad del primer BMW M3. No fue sólo el coche. La combinación de coche, asfalto liso y en perfecto estado, agua…

    El primer BMW M3 era arcilla en las manos. A un ritmo moderado y en carretera deslizante se te hacía agua la boca. El motor entregaba la potencia de forma tan lineal que el sobresalto era imposible y la dirección, con el coche de costado, te permitía notar siempre el punto exacto de contravolante necesario para salir cruzado pero avanzando recto en la dirección de la carretera. La motricidad, magnífica. No lo recuerdo ni lo voy a mirar, que escribo de memoria, pero casi seguro que con algún grado de autoblocante. Era mágica.

    Por esas carreteras de asfalto negro, bajo la lluvia, llegamos al circuito de Mugello. Sigue lloviendo. Estoy feliz. No conozco el circuito, pero estoy seguro de que me lo voy a pasar muy bien.

    Algunas presentaciones, tanto ahora como entonces, pero entonces más que ahora, son y sobre todo eran como ir un día al parque de atracciones con una pulsera de esas de barra libre. No son frecuentes, pero son inolvidables. Aquel día, como llovía, los frenos y los neumáticos no sufrían mucho, por lo que podíamos dar vueltas y más vueltas sin ningún tipo de restricción. Cada diez vueltas, o cada siete, había que entrar a boxes, después de una vuelta lenta para enfriar. En esa parada revisaban neumáticos y frenos y nos dejaban volver a salir. Me hinché a dar vueltas al circuito de Mugello.

    El truco, para mí, era intentar no ir muy rápido, que ir verdaderamente rápido es muy difícil en agua, pero sí ir con el coche cruzado en todas las curvas largas o salir ligeramente cruzado en las curvas lentas. En mi memoria, la memoria es mentirosa, llegué a hacer la parabólica de final de recta cruzada de una tacada. No salía siempre, pero las cruzadas eran resultaban fáciles, largas y controlables. Se podían hacer, además, a buena velocidad, con el coche cada vez menos cruzado y más rápido. Hasta que por fin me animé a ir rápido. Yo corría en aquella época en circuitos con un Renault 5 GTS y me encantaba correr bajo el agua. Lo que ocurre es que aquel Renault 5 GTS era de tracción delantera y no recuerdo cuántos caballos tenía, pero eran unos 80. El BMW M3 tenía más del doble de caballos y era tracción trasera.

    Aun así, fui cogiendo confianza y con el coche cada vez menos cruzado iba cada vez más rápido y más envalentonado. En una de las vueltas, por un error en una curva, pisé la hierba a la salida y perdí el control. No choqué con nada pero me hice una buena excusrión por la hierba mojada que deslizaba como el hielo. Levanté el pie y entré en boxes.

    No entré a descansar. No. Me quedaban partidas que jugar en la pulsera y no pensaba desaprovechalas. La idea era otra. Quería subirme con uno de los pilotos BMW que estaba disponible para darnos vueltas a los periodistas.

    ¡¡Qué maravilla!! Con una conducción totalmente diferente a la mía, aquel piloto, de cuyo nombre no me acuerdo, pero sí recuerdo que eran dos hermanos de nombre italiano, me llevaba por el circuito, los dos sin casco, como una exhalación. ¡Cómo conducía aquel hombre! Con una trazada perfecta y con el coche subvirando siempre ligeramente. No perdía ni una centésima en cruzadas inútiles, que en el fondo sólo sirven para dar seguridad y apariencia. Llevaba el coche como una flecha, siempre tirando de la cabeza, con una conducción dificilísima, porque equivocarse un poco significaba terminar contra la valla.

    Cuando volví a conducir no intenté imitarle. Pero aprendí mucho.

    ¿Qué supe del coche después de aquella presentación? Nada que no fuera útil entre el respaldo del asiento del conductor y los pedales. De los frenos no supe mucho. Con punta tacón en las reducciones se podía apurar las frenadas sin miedo. Buen tacto, buena dosificación. Buena resistencia sobre mojado. La dirección, precisa, transmitía toda la información. La caja de cambios en H, rápida y exacta, y el motor, aunque el coche corría mucho, parecía con mucha menos potencia real, por lo fácil que resultaba de dosificar. Era un placer subirlo de vueltas sin ningún bache de potencia.

    La M de BMW de aquel M3 se me quedó pegada al deseo. De regreso a casa, al conducir por Madrid, vi una vez a un futbolista al volante de uno. Creo recordar que era Valdano. Si hubiera tenido dinero le hubiera comprado el coche en el mismo semáforo.

    Volví a conducir el M3 por Madrid alguna vez más, entre otras, para compararlo con Ford Sierra Cosworth RS. Otro coche imponente de la época. Pero no lo recuerdo. He borrado los recuerdos del M3 en Madrid. Aquellas carreteras bañadas por el agua, aquellos neumáticos, con la presión que llevaran, y la mano de un dios que me guiaba con el coche cruzado por cada rincón han quedado en mi recuerdo inmaculadas.

    Hubo otros M3. Hay otros M3. No los he conducido todos. Pero, de los de entonces al menos, ninguno como el primero.

    * Alfonso no me dijo que su intención era publicar todos los artículos a la vez. Yo pensé que iba a organizar una serie. Me explayé para estos tiempos de coronavirus. Luego me dijo que no le servía mi artículo, que era muy largo. Así que, lo publico en solitario.

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    Última edición: 11 May 2020
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  3. Bimmer

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    Por cierto, charlando con @BLUEBIRD coincide en esas sensaciones cercanas de su 323ti con el M3 e30.
     
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  4. BLUEBIRD

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    Bueno es que ese fué el motivo por el cual me decidí por este coche en concreto, es un coche muy desconocido para la gente pero sin duda es lo más parecido a un M3 e30 que te puedes comprar. Que lástima que no tuviera un chavo cuando estaba aquél M3 negro arrumbado en Felipe II...

    El 323ti es un coche que con una suspensión un poco más dura y el autoblocante de discos se convierte ya en un auténtico juguete tal y como describe Javier Moltó en su artículo al M3, con esa docilidad y poder correr en seco, en lluvia y como quieras usando mucho la deriva.

    La suspensión trasera B12 por ejemplo es la misma referencia para ambos coches, todo el eje trasero es idéntico, así como reparto de pesos y relación peso/potencia, dimensiones casi idénticas...

    Para rallyes los F2000 montaban el bloque S14/S42:

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  5. Sechs

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    Si tengo que escoger con algún probador, sin duda escojo con Mario. Suscribo tus palabras al 95% @Bimmer, muy cómodas pues me evitan mucha escritura. Con los demás como mucho comparto un 40%.
     
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  6. Sumero

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    Con 110k € para gastar también el GT4 es mi elegido
    Con 30k me quedo con el mx5
    Por lo tanto.. el Cayman S de 6cil sería lo perfecto, más que suficiente.

    Creo que lo que más me define, y supongo que a la mayoría, es:
    “Otro problema es que me gustaría tener un coche diferente cada día. Un coche para ir a esquiar, un coche para ir a ver a unos amigos a 20 kilómetros de casa, otro coche para correr carreras de coches en tierra, otro coche para entrar en las ciudades. No tengo un coche preferido. Tengo coches preferidos para diferentes cosas. Muchas veces ni siquiera coches preferidos. Tengo tipos de coches preferidos.”
     
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  7. Sechs

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    A mi en cambio me gustan los coches equilibrio. Que cumplen bien en ciudad, montaña, autopista y son cómodos y versátiles. Me gusta el minimal. El lograr hacer mucho con poca cosa.
     
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  8. Bimmer

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    Pufff, pues cuidado, porque estás definiendo un SUV... :joyful:
     
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  9. Sechs

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    No. No pido altura libre ni quiero poder rodar un mm fuera del asfalto.
     
  10. Sumero

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    En mi caso todos esos aspectos que comentas son incompatibles en un coche, a mi modo de disfrutarlos hablo. Cada coche para lo que es, además que los gustos y necesidades cambian
    Yo no disfruto las mismas cosas en un biplaza que en la furgo o con el landRover, me gustan los 3 sí pero no en las mismas condiciones.
     
    Última edición: 13 May 2020
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  11. Sechs

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    El 323i coupé que tengo ahora cumple muy bien en esos aspectos siempre que el uso sea de mås de dos plazas sea eventual como es mi caso.
     
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  12. Sumero

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    Cumple con tu forma de vida, entonces es suficiente para ti

    Entiendo que cuando dices Montaña es subir puertos de montaña, asfalto, ¿no?
     
  13. Sechs

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    Claro. Yo no piso nada sin asfaltar. Odio ver las ruedas con barro.
     
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  14. Bimmer

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    Estás tú bueno para hacer la Camel Trophy... :floor:
     
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  15. BLUEBIRD

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    Sechs, a veces te imagino en carroza.
     
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  16. Bimmer

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    Pues, sinceramente, @Sechs, yo te veía pertrechado con un buen traje de tartán escocés, haciendo picnic en la parte trasera de un Range Rover V8, con su clásica elegancia, al estilo de un lord inglés.

    Es el sibaritismo que te pega... :chulo:

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  17. Sechs

    Sechs CEO DOS CFA Moderador Miembro del Club

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    El tartán lo dejo para la tapa de la cesta de picnic. Si hace frío, una chaqueta de tweed y el roadster aparcado en terreno firme:

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    Lo guapos que quedan los neumáticos con ese negro profundo de cuando son nuevos... y lo mal que quedan en cuanto pisas barro :stop:
     
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  18. Sechs

    Sechs CEO DOS CFA Moderador Miembro del Club

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    Una estilo Luis XIV tal vez :D
     
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  19. Sumero

    Sumero En Practicas

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    Por cierto @Bimmer , muy buen texto el tuyo... no ya el contenido con el que estoy de acuerdo al 95% de lo expuesto (yo quizás no soy tan purista, por decirlo de alguna manera) si no por la forma de contarlo, enhorabuena

    Y ojalá te puedas hacer un dia con un GT4 ;)

    Saludos
     
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  20. Bimmer

    Bimmer Clan Leader

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    Muchas gracias, Sumero.

    Comparto contigo el deseo de poder tener algún día un GT4... jajaja. :LOL:
     
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  21. Tranquilamente

    Tranquilamente En Practicas

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    Me ha encantado el artículo
    Y me ha llamado la atención que entre los vehículos soñados no aparezca ninguno italiano o inglés
     
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  22. Barbinski

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    El Sr. Alexander Kraft. Un dandy.
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    Última edición: 14 May 2020
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  23. Gus

    Gus Tali-bahn Administrador Coordinador

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    Un coche para cada cosa...y para cada época: yo que de alguna manera comparto las raras ideicas sobre versatilidad y utilitarismo de @Sechs (con menos atapuerquismo :D) y buscando justo lo que él dice me fui a los M3. Para intentar tenerlo todo, en l amedida de lo posible. Y a fe mia que lo tuve. Entonces. Pero ahora... ya no me vale...

    Como fan histórico del Boxster (mi Porsche siempre preferido) y el Miata, estoy bastante de acuerdo con la media de redactores. Se me escapan las apreciaciones a favor del Jeep... aunque entiendo lo de los Polaris (es alucinante, si...pero eso no es un coche), entiendo que un Jeep sea entretenido puntualmente (como un Mustang cabrio, según el entorno :floor:) , pero no veo que sirvan para nada de lo que yo espero en un coche. El Fiesta, como todo hot hatch, tiene su momento: a partir de los 21 ya deberíamos haber madurado :LOL:

    Lo que pasa con el Boxster, con sinceridad , es que recuerdo haber configurado uno de los últimos Boxster H6 (discretamente, nada de volverse loco) y las cosa superaba de largo las 6 cifras... Por supuesto que deportivos más potentes no justifican el disfrute doblándole el precio...pero ojito, que eso mismo se puede aplicar al propio Boxster respecto al Miata (o incluso más a favor del Mazdita): y justamente por el utilitarismo y minimalismo @Sech -sianos elegiría éste (es que casi siempre lo mejor suele ser enemigo de lo bueno)
     
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