“La verdad no se filtra. La verdad se defiende.” Con esa frase solemne y hueca, pero elocuente a su pesar, remató su declaración el Fiscal General del Estado ante el tribunal que lo juzga por un presunto delito de revelación de secretos. En la propia retórica de la frase late, más que la coartada que pretende, la confesión de algo que ya no se le escapa a nadie: que la verdad que dice “defender” no era más que la conveniencia política del poder que le nombró y del cual depende.
El régimen sanchista, el ecosistema de lealtades de conveniencia que rodea al presidente, ha convertido las instituciones en aparatos de servicio personal. El caso del Fiscal General del Estado encaja como pieza maestra en ese engranaje. Quien debería ser el principal garante de la legalidad está acusado de quebrarla para dañar al adversario en una normalización sin precedentes del delito y la mentira como estrategia de gobierno.
Cuando en junio de 2025 cientos de jueces y fiscales se concentraron a las puertas del Tribunal Supremo, lo que emitieron fue un grito de alerta contra la colonización de la justicia. Ese día se recordó lo obvio: sin independencia judicial no es posible la democracia. Y, sin embargo, las reformas que refuerzan la verticalidad del Ministerio Fiscal o que abren la puerta a mayor intervención política en el acceso a la carrera judicial siguen avanzando para asegurar la continuidad del régimen protodictatorial de Sánchez.
La frase de García Ortiz —recuerden: “La verdad no se filtra. La verdad se defiende”— se entiende en su gramática íntima: la verdad es aquello que el poder decide y, por tanto, se “defiende” con toda la potencia del aparato del Estado. A estas alturas la autoinculpación del sanchismo a través de la pieza de su Fiscal General es palmaria: quien necesita amnistiar a los suyos, desautorizar a los jueces y blindar al Fiscal no está defendiendo la verdad: está acorazándose. La frase de marras es la declaración de un programa político.
La frase correcta debería ser otra que, probablemente, no será del agrado de García Ortiz: “La verdad no se proclama desde el poder, se demuestra con instituciones que le resisten”. Mientras eso no ocurra, cada gesto y cada declaración altisonante del Fiscal General y de cualquiera de las extremidades del Leviatán sanchista seguirán sonando como un reconocimiento explícito de la corrupción del sistema.